Toda tragedia tiene su lado positivo. La invernal actual, que había sido anunciada hace cinco meses cuando aún nos encontrábamos en la pasada, da para varias reflexiones.
¿Por qué positivo? Porque por primera vez los medios de comunicación han dado a conocer el estado de precariedad en que viven buen número de campesinos, minifundistas y finqueros. El estado de abandono de las veredas, de las vías de comunicación, la inexistencia de centros de acopio, servicios de salud. Algunos alcaldes y gobernadores han revelado su desidia, para no hablar de congresistas que no han actuado respondiendo a sus electores. Con todo y que pronto se acercan elecciones. En cambio, socorristas, voluntarios, integrantes de las fuerzas armadas: a todos se les ve llevando a cabo acciones hasta heróicas.
Videos de aficionados, transmitidos por las cadenas de televisión, mostraban en estos días campesinos de Palmar del Valle (Atlántico) que, en barcas llegaban a sus cultivos anegados para arrancar las pocas matas de maíz en que la mazorca no se había consumido aún. Ingenioso, sí. Sólo equivalente a la perseverancia e ingeniosidad de Don Eusebio, el florista del Norte de Bogotá que cumplió sus pedidos en el exterior, llevando a las obreras(os) en lanchas a la parte no anegada de sus cultivos, y sacando en las mismas lanchas las cajas para luego ser transportadas por aerocarga. (Vea el caso aquí) ¿Es esto nuevo?
Por la magnitud, sí. Por la universalidad y sincronía de la noticia, también. Por la índole del fenómeno, lluvias torrenciales, desbordamientos de ríos, o su contrario: sequías interminables en otros lugares, no pareciera tan obvio. Sin embargo, el debate sobre el cambio climático ha elevado el fenómeno a un nivel de complejidad sistémica sorprendente; y esto sí que es nuevo. Las emisiones crecientes de CO2, de aerosoles, la producción de cementeras, ciertas práctica agrícolas y la desforestación son medibles hoy y se pueden correlacionar con lo que nos está sucediendo. En nuestro caso al memorial de agravios podemos agregarle la imprevisión de funcionarios del Estado; prácticas ganaderas, mineras y de aserradores, todas desforestadoras; a urbanizadores resecando humedales, etc. ¿sí será esta la lista completa?
Investigaciones a partir de nuevas disciplinas como la ecología del paisaje y la geoarqueología vienen documentando nuevas hipótesis que desmienten la idea de poblaciones indígenas precolombinas cuya intervención o poblamiento territorial fue siempre ‘ecológico’. Existen hoy datos que demuestran migraciones importantes debido a agotamiento de la agricultura, por ejemplo.[i] Los españoles encontraron vías, ciudades y producción agrícola sustancial, no otra puede ser la razón para haber conquistado territorios tan vastos. Existen hoy estimativos demográficos que hablan de una población de 60 millones de indígenas en América a la llegada de los Españoles. En dos siglos, debido principalmente al contagio de enfermedades europeas, esa población se redujo en un 90%. Su intervención territorial milenaria, en el caso del trópico, se vio revegetada en ese período, al punto que en el siglo XVIII, los escasos europeos y mestizos que poblaban esos mismos territorios podían referirse a ellos como ‘territorios vírgenes’.
El hecho es que a partir del siglo XIX la población ha crecido y, en particular, a medidados y finales del siglo pasado, la intervención sobre el paisaje ha sido, depredadora. Si bien, las poblaciones precolombinas poseían conocimientos de ingeniería que les permitía aprovechar las inundaciones y aprovisionar agua para las sequías, son pocos los que consultan hoy el registro y análisis realizada por Chris Park, John Earls y Clark L. Erickson. Lo paradógico del asunto es que los macroproyectos de ingeniería contemporánea (Represas, diques, etc.) con fines de generación de energía únicamente, y no de regulación de caudales, habrá que colocarlos en el memorial de agravios.
La noción de sostenibilidad irrumpe hoy en las ciencias experimentales y sociales para que estas se hallen al servicio de ese propósito. El entender cómo los sistemas biológicos se hacen diversos y duraderos en el tiempo nos afecta de modo esencial a los colombianos. Los humedales y bosques son ejemplos de sistemas biológicos sostenibles. Las ciencias de la tierra, las ambientales y la biología de conservación contribuyen sustancialmente a dicha sostenibilidad. Al igual que lo hace la economía cuando estudia las modalidades de consumo y limitación de recursos. Cómo administrar mitigando la intervención humana es nuestro gran reto.
La nueva ocupación territorial y hasta relocalización de asentamientos humanos que es imposible permanezcan entre las ruinas actuales; una ingeniería de vías y prácticas de concesiones que enfrente los rigores del cambio climático, ingeniería hidráulica y de regularización de caudales aptos no sólo para generación de energía, y riego, sino de prevención de inundaciones; la organización de una agricultura y ganadería fundamentada en modelos asociativos factibles y con modalidades de aseguramiento ante riesgos climáticos; una arquitectura y urbanismo acorde con los requerimientos de los sistemas biológicos de nuestro territorio; ciencias sociales que contribuyan a la creación de instituciones capaces de enfrentar nuestra gran complejidad como sociedad, incluyendo emergencias de la índole del último año: son, ya no un memorial de agravios, sino una muestra de representativa del listado de retos que la formación profesional y ciudadana requiere.
¿Estará la universidad colombiana a la altura de estos retos? ¿Estaremos los colombianos, como ciudadanos, concientes que se trata de algo público que nos concierne a todos? ¿Existen empresarios, funcionarios, políticos dispuestos a ‘jugársela toda’? ¿Y no sólo estos actores, sino los mismos padres y madres de familia a educar sus hijos, con su ejemplo, para esos retos?
[i] Denevan (1992) The Pristine Myth- The Landscape of the Americas in 1492.