«A fin de que cumpla con su propósito de ilustrar de manera oportuna sobre el pensamiento de la Fundación Social en la actual coyuntura del País, quiero compartir con usted, de manera anticipada el editorial que será publicado en la próxima edición de la revista “Noticias”, que circulará en las próximas semanas.
Sobre el Plebiscito de Octubre
La Fundación, pese a ser desde su origen trabajadora incansable por la paz, ha dicho en reiteradas ocasiones que en el actual proceso de negociación, adelantado por el Gobierno colombiano y la dirigencia de las FARC, se abstiene de adoptar una posición institucional. Dos razones han sustentado esa determinación:
De un lado, su convicción absoluta de que la paz verdadera y sostenible descansa, precisamente, en la posibilidad de que cada individuo exprese y defienda con entera libertad sus puntos de vista, sin ser constreñido por nadie, en el marco de una sociedad pluralista, respetuosa de la opinión y las convicciones de todos. De otro, como hemos manifestado, el que lamentablemente, en este caso, la búsqueda de la paz se ha teñido de consideraciones de política partidista y aspiraciones electorales, que no son propiamente el medio más idóneo para que en él florezcan la armonía y la reconciliación que tanto necesitamos los colombianos. La palabra paz –también lo hemos dicho- se ha vuelto ligera y todos los labios la pronuncian con diferente sentido.
Reiteramos esa posición de la Fundacion Social: ella sabe, respeta y privilegia que entre sus funcionarios, lo mismo que entre sus clientes y aliados, y las comunidades beneficiarias de sus programas, hay personas de todas las tendencias cuyo convivir armónico y respetuoso constituye precisamente la esencia de la democracia, y mal haría en sumarse a la dolorosa y peligrosísima polarización en que esta coyuntura nos ha situado.
Ahora bien: que la Fundación no se matricule en alguno de los bandos del debate no significa que no tenga postura y convicciones claras sobre el momento que se vive en el País, y considera su obligación expresarlas de manera firme, porque independientemente de la opción que cada ciudadano quiera escoger ante la consulta a la cual ha sido convocado por el Gobierno, (mediante una legislación especial hecha para este caso), hay en juego aquí asuntos de ética ciudadana, de principios y de defensa de la democracia que no deberían ser objeto de discusión, y que en cualquier caso tendrían que ser respetados y preservados:
- Sin entrar en el debate puramente jurídico sobre atribuciones y competencias de los distintos órganos del Estado, es de por sí muy deseable y positivo que algo tan importante como pactar con un grupo armado reformas relevantes en las instituciones y en las políticas públicas, sea objeto de consulta a toda la sociedad. De hecho, más allá de las trajinadas expresiones sobre eventuales “blindajes” jurídicos al acuerdo suscrito, lo único que sirve de base firme a una “paz estable y duradera” es que la sociedad misma la respalde y esté convencida de su conveniencia y comprometida con su éxito. Desafortunadamente en este caso, más que buscarse un consenso informado de la sociedad, en una u otra dirección, se ha puesto todo el énfasis en una votación. Sería muy lamentable –y ya no es fácil evitarlo- que una extraordinaria oportunidad para lograr verdaderos acuerdos entre la mayoría de los colombianos sobre asuntos fundamentales, se convirtiera simplemente en un nuevo episodio de votación con los mismos o mayores vicios de otros procesos electorales.
- Reina además una enorme confusión en cuanto a qué es exactamente lo que los colombianos han de respaldar. Es curioso. Tal vez ningún tema ha sido objeto de tanta cobertura periodística, tanto debate, tanto comentario de expertos y tanta opinión como este; y en medio de todo ese ruido, buena parte de los ciudadanos no sabe a ciencia cierta de qué se trata el asunto. Por qué? Desafortunadamente, los medios de comunicación y los líderes llamados a informar tienen en su mayoría posiciones preestablecidas, lo cual ha hecho que casi toda la información sea sesgada, parcial, incompleta y deliberadamente editada para inducir en una u otra dirección. Una cosa es que comentaristas o líderes opinen y argumenten sus preferencias, pero otra distinta, y muy condenable y peligrosa, que se administre la información para inducir mediante la confusión o el engaño a una determinada opinión. Lo más frecuente, por ejemplo, es que los titulares de prensa sugieran o señalen abiertamente realidades muy distintas de las que en realidad envuelve el contenido de la respectiva noticia; o que por las redes sociales circule una mezcla de verdades, verdades a medias y abiertas mentiras, sin que el ciudadano pueda distinguir en absoluto unas de otras.
- Y lo más grave: la bandera de “la paz” se ha convertido en la mayor causa de división que los colombianos hemos conocido en mucho tiempo, y viene incubando, de manera creciente, odio e intolerancia como no se veían desde la trágica violencia bipartidista de los años 50’s. Absurdo, no? Enarbolando el estandarte de la reconciliación, la paz o la justicia, unos y otros apenas nos estamos conteniendo para no golpearnos físicamente; y digo físicamente, porque moralmente, mediante la descalificación y la ofensa ya ello hace parte de nuestro repertorio cotidiano. Parece que cada uno se ha apropiado de la palabra “paz” y la quiere llenar con su propio significado: “que los demás adhieran sin chistar a mi posición”, porque de no hacerlo, automáticamente hacen parte del grupo perverso y condenable de “los enemigos de la paz” o los “amigos del terrorismo”
- El acuerdo divulgado contiene 297 páginas de declaraciones y compromisos sobre temas muy variados. No resulta fácil que de manera consciente e informada, en medio del ruido mediático que se ha desatado, las personas puedan resumir su pensamiento en un simple Sí o No. Con bastante sabiduría y no poca información, un compañero nuestro, cajero del Banco Caja Social en una ciudad de provincia, me manifestaba en días pasados que en su opinión faltaría en el plebiscito la opción que él en conciencia escogería: “no entiendo”.
- Qué se va a apoyar o rechazar el día 2 de Octubre? No es si se quiere la paz o la guerra; tampoco si se apoya o no a un gobernante, actual o pasado; ni si se van o no a pagar más impuestos. Aquí los equívocos han llegado al extremo, y la propaganda abundante no ha ayudado a la claridad: lo que debe ser respaldado u objetado en el plebiscito es la totalidad de las 297 páginas del acuerdo concreto suscrito entre los negociadores del Gobierno Colombiano y los de las FARC, al cual ambos convinieron poner como título “Acuerdo final para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera”. De manera que quien diga NO, no está por ello negando su deseo de paz; ni quien diga SÍ está de manera automática traicionado a la Patria, como de manera sesgada en ambos casos se viene predicando, para crear a los colombianos desinformados falsos dilemas éticos.
- En un entorno tan confuso, qué puede recomendar la Fundacion a sus funcionarios y a la sociedad toda? a. Es el momento para aplicar, en la práctica, en el ámbito y el ambiente de cada quien, el ejercicio verdadero de la paz: el reconocimiento respetuoso del otro, y de su sagrado derecho a pensar y creer de buena fe algo diferente; y a tener claro, actuando en consecuencia, que la diferencia de opiniones no puede constituirse en semilla para la descalificación y el odio. b. La confusión y la desinformación exigen a cada individuo responsable, un esfuerzo especial para el conocimiento directo, el entendimiento y la profundización del tema que está siendo sometido a consulta. Es una obligación ética del más alto alcance actuar de esta manera, para hacerse su propio juicio sobre si conviene o no al futuro del país lo que ha sido pactado. En otras palabras: solo el estudio juicioso de los acuerdos puede llevar a cada uno a la conclusión seria sobre si de verdad ellos son el camino para “la construcción de una paz estable y duradera”, o si por el contrario, a pesar de su título, van a engendrar males mayores. Cada quien debería, por tanto, encontrar, dentro de sus circunstancias particulares, la manera en que con responsabilidad y objetividad pueda conocer el verdadero contenido de lo pactado y formar su propio juicio sobre él. c. Llegar a una posición personal, informada y movida por la convicción propia sobre lo que es correcto para el bien común, es la obligación ética que todos tenemos. Y cumple con tal obligación quien de buena fe, con conocimiento y reflexión, concluya por el “SÍ” o por el “NO. Pero la conciencia debiera reprochar a quien opte por cualquiera de las posibilidades movido por el apasionamiento, la superficialidad de la propaganda, el interés partidista, el oportunismo político o económico, la ingenuidad, o la falta de diligencia por informarse de verdad. Es casi increíble que líderes que se presume destacados hayan tenido el desatino de decir que para votar no deben leerse los acuerdos, porque ellos solo generarían confusión pues están diseñados para expertos…!! d. En cualquier caso, de SÍ o de NO, todo lo que ha habido alrededor de este proceso ha producido y seguirá produciendo impactos relevantes en nuestra sociedad, en sus instituciones y en la convivencia. Es una obligación superior de cada uno, y por supuesto de la Organización, seguir contribuyendo, ahora con más ahínco aun, a tender puentes de entendimiento y convivencia, sobre la base de la verdad y el respeto. Es nuestro principal compromiso, y ahora lo reafirmamos».
EDUARDO VILLAR BORRERO
Presidente
Fundación Social