Crecer en Colombia puede ser delirante. Una especie de realismo mágico invade todas las regiones de mi país, veo el mundo entero y nuestro pueblo es singular: la guerra ha desplazado más de seis millones de personas, la economía depende de sectores arcaicos con tintes coloniales como la minería y los hidrocarburos y la ruralidad del país se distribuye como feudos entre vasallos. Paralelamente, el mundo sufre las consecuencias ambientales de una industrialización sin límites que ha reinado por más de dos siglos, ahora las ciudades costeras del mundo han empezado a considerar su futura desaparición por el crecimiento de los océanos y la sexta extinción masiva de la vida sobre la Tierra parece haber comenzado.
En el saber común hemos dejado de lado que los ecosistemas proveen apoyo, aprovisionamiento, regulación y servicios a todas las comunidades, y no somos conscientes de que el cuidado de la naturaleza es fundamental para los ciclos de los nutrientes, agua, comida, para el control de inundaciones y espacios recreativos. De este modo, con el tiempo he empezado a entender que las dinámicas del mercado local y global no son sostenibles; al preguntarme por los errores dentro de nuestra historia y al comprender los trade offs que han determinado el rumbo actual de la humanidad y la disrupción de lo sintético dentro de un sistema natural complejo; si bien no tengo respuestas aún, me anima el sólo hecho de haberme formulado estas preguntas.
Después de estudiar Administración en la Universidad de los Andes y ser pupilo de muchos maestros que han dedicado su vida a crear valor para la sociedad, me he empoderado para ser un agente de cambio. De este modo, durante mi crecimiento profesional me ha surgido preocupación sobre la provisión de los servicios ecosistémicos en el futuro y he enfocado mi atención en cómo estos servicios pueden cambiar e influir el bienestar de la sociedad colombiana si no se colocan sobre la mesa política.
Asimismo, me han surgido preguntas acerca de si los organismos que viven y habitan nuestro territorio, dentro de los ecosistemas cambiantes, tienen la capacidad de superar las presiones a las que la humanidad los ha expuesto. También, me surgen dudas sobre cómo es posible en Colombia ejercer conservación a través del manejo sostenible de lo recursos y la planeación del uso de los suelos para la preservación del hábitat de la fauna y flora y de los recursos de subsistencia de las personas.
Por último, me inquieta lograr crear sinergias entre mis conocimientos financieros con el desarrollo de políticas para una gestión sostenible en ambientes naturales de nuestro país. Esto ha logrado crear dentro de mí una pasión sobre la compleja relación que existe entre ciencia, gestión y políticas sobre el medio ambiente y su profunda relación con la sociología y economía de Colombia. Es decir, pretendo seguir encaminando mi perfil profesional hacia un mayor entendimiento y aprendizaje científico de los sistemas sociales y ecológicos que pueden ser aplicados en la construcción de políticas o en el contexto de la administración.
Soy consciente de que aprender, entender e interpretar nuevos conocimientos con los que pueda determinar un manejo adaptivo de las especies, las comunidades y los ecosistemas en un mundo cambiante es fundamental para la construcción de sostenibilidad. Estoy convencido de que si gente de mi generación gestiona su conocimiento y asume nuevos hábitos para replantear nuevas formas de relación entre los negocios y el medio ambiente, entre la conservación de ecosistemas y el desarrollo económico o entre el diseño ‘verde’ y la institucionalidad del país, podríamos romper a tiempo el futuro ‘apocalíptico’ del medio ambiente y en cambio, ofrecerle a las siguientes generaciones un país digno para vivir.
Más allá del existencialismo y la resignación que surgen después de descubrir la realidad, la cual a veces parece más ficción que hechos, siento que el azar me ha traído privilegios, que me vuelven responsable de enfocar mi proyecto de vida en ser parte de la solución para un mundo con un futuro menos tenebroso. De este modo, admiro a quienes se empeñan en proponer cambios estructurales y desafían el establecimiento, apoyo a quienes buscan romper paradigmas de los comportamientos normalizados y revolucionan los mercados destructivos, y felicito a quienes prescinden de lo común y corriente por su convicción a aportar valor al medio ambiente de la comunidad.