Bendecida por la suprema e invisible mano creadora, la región cafetera iza orgullosa la presea otorgada por la UNESCO, el Paisaje Cultural Cafetero puede definirse como la confabulación de la mano del hombre y las bondades de la naturaleza en torno a una taza de café.
El Ministerio de Cultura y la Federación Nacional de Cafeteros, iniciaron la loable tarea de buscar reconocimiento mundial al entorno conformado por Antioquia, Valle, Risaralda, Caldas, Quindío y Tolima, al final no todos lo lograron pero indiscutible es su integración en el entramado cuyo centro de atracción es el producto insignia, reflejado en la mula y un remozado Juan Valdez.
Las características de la región, su idiosincrasia, la diversidad del relieve, las estructura sociales, la producción de alimento primero de subsistencia y luego la comercialización de los excedentes, hicieron posible una abundante plaza pública montañera con el encanto de la multiplicidad de frutas, verduras y legumbres, la oferta de utensilios diversos para la labranza, máquinas que machacan la caña de azúcar compañera inseparable del café, los trastos de cocina y hasta el cuadro del corazón de Jesús, adorno indispensable y protector contra maleficios y duendes juguetones habitantes de la quebrada vecina, donde canta el ariete mientras sube acompasadamente el agua a la campesina casa, son el mejor retrato de una construcción social realizada durante décadas.
Nieto Arteta en los años cuarenta del siglo pasado, indica que la rubiácea llegó a la vertiente andina para quedarse por una tremenda fatalidad geográfica, el investigador cuenta de esa maravillosa confluencia de vientos, suelos volcánicos, pisos térmicos, aguas bautizadas en la pureza de los páramos; en fin, transcurrieron siglos en su trasegar desde Etiopia a los dominios moros en la península ibérica y de allí a los nuevos territorios aportados por Colon a sus majestades, encontrando en estos lares todos los elementos convertidores de la blanca flor en dulce grano color rojo incendio o amarillo fuerte .
Arábigo, Borbón, Pajarito son las variedades iniciales llegadas a estos parajes, crecimos saboreando desde el amanecer la olorosa bebida y serán los santanderes su cuna inicial, Salazar de las Palmas aportará penitencias impuestas por el cura a sus feligreses, consistentes estas en la siembra de determinado número de arbustos y finalmente su escenario natural las laderas de Antioquia, de Caldas entidad geográfica nacida a la vida pública en 1.905, el norte del Tolima y las aldeas surgidas en las estribaciones de la Cordillera Occidental antiguo territorio de Calimas y Quimbayas, hoy parte del llamado norte del Valle. Los cafetales no se convirtieron en parte del paisaje, son la acuarela dominante.
Con los primeros pobladores llegaría la mula, los bueyes, el ganado blanco orejinegro, la guadua vestida de cagajón o boñiga estilo constructivo llamado empañetado dando lugar al bahareque, la descuajada de selva o como dijera Bernardo Arias Trujillo en esa epopeya negra que es su novela Risaralda refiriéndose a don Francisco Jaramillo Ochoa, manizaleño que al decir del escritor, desvirgó la pubertad de la montaña, el hacha se hizo símbolo así hoy tenga sentido a deforestación bajo la moderna figura de una motosierra.
Nacieron los pueblos producto de la colonización, la llamada hoya del Quindío se convierte en atractivo de gentes llegadas de los cuatro puntos cardinales, seamos en este punto sinceros, si bien el aporte paisa fue grande no es despreciable la numerosa presencia caucana y de otros grupos humanos deseosos de una estancia y el afincamiento con prole numerosa, los colonos empezaron a sembrar miles de matas vistiendo laderas y cañadas del oro verde acompañante de todas las horas.
El ambiente cafetero lo recrean los vivos colores o las paredes subidas de tono de las sencillas casas adornadas con bello y florecido jardín sembrado en poncheras viejas, bacinillas y baldes desfondados, instrumentos musicales donde priman las cuerdas, atuendos domingueros o de labranza y el rezo obligado del rosario hacen parte de la vistosa variedad de usos sociales y prácticas identificadoras de una forma de vida a veces melancólica y otras de abultada alegría, teniendo como escenario un casorio, el velorio de un vecino, el arreglo de una carretera o de un camino vecinal, comportamiento colectivo acompañado del consumo de aguardiente preparado en alambique casero o guarapo frio fabricado con limoncillo y panela.
Hoy cuarenta y siete municipios hacen parte del Paisaje Cultural Cafetero, expresiones artísticas, construcciones de guadua, poblados en ariscas laderas cerca de fuentes de agua, la presencia del dios católico en los actos públicos representado por el cura y desde la década de los años cincuenta el milagro mecánico hijo de la segunda guerra mundial y pariente lejano de la revolución industrial, el poderoso Willis, llegado para domeñar el paisaje con su lento pero seguro ascenso cargando racimos de plátano, animales, mercados y un buen número de campesinos rumbo al pueblo o de regreso al nido familiar, en la actualidad una verdadera yeepmanía hace furor, los viejos y trabajados vehículos toman fuerza, son orgullo de sus propietarios y deleite en los festejos públicos.
Responsable de la economía por más de un siglo, el café tiene buena tajada en la balanza de pagos, las exportaciones y el precio internacional inciden en miles de hogares; la Federación Nacional de Cafeteros, poderosa alianza de pequeños y grandes caficultores llegó a todos los rincones, acueductos, escuelas, electrificación, puestos de salud son el mejor saldo o balance logrado para la comunidad productora, hoy le agregamos la inmensa posibilidad de proyectarnos en el mundo mejorando las ventas con mayores sorbos del imprescindible tinto y aprovechando los valles y altiplanicies cuna de una mega diversidad envidiable, prueba de cómo se puede construir y crecer sin alterar los ecosistemas, ayudando al diario nacimiento de nubes en esas fábricas de agua que son los bosques andinos.
El café es el mayor cohesionador social en la historia de Colombia, forjador de sanas costumbres sirvió para que mingas y convites, conciten a los habitantes de miles de veredas donde renovados cafetales muestran la exuberancia del follaje, las nuevas variedades son el aporte de la investigación nacional y una telaraña vial une y da vida a pueblos que sin la presencia del grano habrían quedado en el olvido o padeciendo la indiferencia de los poderes centrales.
Pero el Paisaje Cultural Cafetero quedaría incompleto si pensáramos que él se construyó a partir de la presencia del grano en las estribaciones cordilleranas , mucho antes de su llegada existían culturas autóctonas ricas en conocimientos medicinales, variada dieta alimenticia o con una particular cosmovisión, tales expresiones aún remontan el paso de los siglos y permanecen rígidas esperando el escrutinio de estudiosos y curiosos maravillados por el mensaje expresado por las manos que los esculpieron, muchos petroglifos son riqueza cultural que habla de un pasado prehispánico muy cercano a nosotros.
Súmele a ello el crecimiento del elemento afro descendiente que termina abultando el bagaje de los mestizos, los parques y placitas de los pueblos colorean con chontaduro, panelitas de coco, afinadas chirimías y otros compendios que cubren el cuerpo de los habitantes llegados del litoral pacífico, cortezas y hojas extraídas a palmas son tejidas maravillosamente convirtiéndose en bellos tejados o en atuendos y sombreros protectores, acompañantes de las diurnas cogidas de café.
Surgió la bandeja paisa, invento comercial conocido en cualquier ciudad capital del mundo, plato imposible de surtir en familias cuyos integrantes superaban las decena de miembros, mientras en el bolsillo escaseaba el dinero para adquirir todos los elementos integrantes de tan abundante y sabroso festín; décadas atrás se empezó a promocionar bandeja con todo, de seguro empezaba a surgir un plato nacional nacido en las montañas cafeteras, conjunción o mezcla de elementos caseros como el huevo, el plátano, la arepa, los frijoles y una que otra presa de gallina para no acabar de un tajo las existencias de las aves de corral, lo del chicharrón, el chorizo, la carne molida y demás aditamentos se le fue agregando en la medida en que el plato abandonaba el comedor campesino y adquiría estatus de ciudad. La idea gastronómica se apoderó de las tierras cafeteras traspasando fronteras, cualquier colombiano en el extranjero añora una bandeja paisa acompañada de un trozo de persea gratissima, es decir, una buena porción de aguacate.
Nunca terminaremos de maravillarnos con nuestro entorno, cultura es todo lo que hace o construye el hombre y cuarenta y siete municipios de Colombia, tienen en su haber un abundante inventario de seres humanos buenos y trabajadores, sembrados alternantes de pan coger mientras llega la cosecha, al surco de café se le avecinda maíz, tomate, frijol, arveja y muchos otras plantas, aprendimos a sembrar en ladera, a crear distritos de riego, a transformar la campiña, a apreciar la gramínea compañera de todas las horas, ese pasto gigante llamado guadua al que se refiriera Cieza de León, el gran cronista de estas tierras cuando escribía en sus memorias acompañando voraces y asustadizos conquistadores, encontramos escribe una mata de caña en estos parajes cuyo grosor es superior al que tiene la pierna de un hombre.
La memoria histórica tiene que rescatar la existencia de fauna en vía de extinción, árboles como el caucho, el cedro negro o maderas desaparecidas lentamente, otrora pobladoras de los bosques cercanos a las estribaciones de las cordilleras Central y Occidental, la presencia de aborígenes con sus ritos y tradiciones y la asimilación del hombre moderno a milenarios conocimientos deben ser parte de la exploración.
El Paisaje Cultural Cafetero no tiene límites. Desde el más primario elemento de siembra hasta el sofisticado equipo de secado o trilla del café hacen parte de él, alberga tantos elementos que solo nos queda agradecer a la UNESCO y por supuesto a los forjadores de tan maravilloso sueño, hoy somos la más vigorosa presencia de Colombia en el mundo.