El Cáñamo es una variedad no psicoactiva[1] del cannabis, la cual fue utilizado por la mayoría de culturas para la fabricación de papel y textiles desde hace miles de años. Debido a sus virtudes, esta planta acompañó al hombre a lo largo de toda su historia, y fue durante varios siglos uno de los cultivos más populares en Estados Unidos y el mundo.
Con el paso de los años se descubriría la gran cantidad de usos que tiene esta planta, entre los que sobresalen la fabricación o elaboración de ropa, comida, casas, muebles, aceite nutritivo, forraje para animales, biomasa para calefacción, jabón, champú, aislantes, plásticos, pinturas y barnices, combustibles y lubricantes, campos de cultivo para purificación de agua y enriquecedor de suelo. Además, es importante mencionar que de acuerdo al BoletínAgrario “una hectárea de cáñamo puede producir el doble de fibra que una de algodón, y la fibra de cáñamo requiere menos productos químicos durante su procesado. Por otro lado, el cáñamo no requiere los numerosos pesticidas que se utilizan para crecer el algodón y que estropean los suelos”.
Sin embargo, a pesar de todos los beneficios que esta planta brinda a la humanidad, misteriosamente se produjo su prohibición en los años 30 a raíz de la guerra contra las drogas. Esto debido a una “confusión” por su parecido físico con su primo el cannabis psicoactivo.
De acuerdo con información recopilada del articulo Harry Aslinger el zar de las drogas escrito por Mónica Hinojos Becer (Becerra, 2017), en el año 1937 cuando Harry J. Anslinger fue nombrado jefe de la Oficina Federal de Narcóticos y Drogas Peligrosas de Estados Unidos, por su tío político el Secretario del Tesoro, dueño del banco Mellon de Pittsburgh y principal financista de la petrolera DuPont, Andrew Mellon. En ese momento, DuPont acababa de patentar el proceso para producir plástico a partir del petróleo, el cual en ese entonces era producido de manera limpia a partir del cáñamo. En ese mismo año, Anslinger testificó ante el congreso diciendo “La marihuana es la droga que más violencia ha causado en la historia de la humanidad”. Además, planteó esto como si se tratara de una realidad estadísticamente comprobada, y dio cifras de que al menos el 50% de los crímenes violentos cometidos en Estados Unidos habían sido cometidos por inmigrantes, y que estos estaban ligados al consumo de marihuana. A partir de este día, Estados Unidos inició la persecución y guerra contra las drogas, donde lastimosamente se vio incluido el cáñamo. Como consecuencia de esto los cultivos sufrieron una vertiginosa disminución en los siguientes años, hasta casi desaparecer en muchos países a mediados del siglo XX.
Por alrededor de 3.500 años el cáñamo y el cannabis psicoactivo fueron uno de los principales cultivos de la especie humana, además de ser la planta más utilizada como medicamento en China, India, el Medio y Cercano Oriente, África, y Europa. De acuerdo con declaraciones dadas por el Dr Raphael Mechoulam a la revista High Times, de ser legalizado el cannabis psicoactivo reemplazaría el uso de aproximadamente el 10% o 20% de los medicamentos farmacéuticos que contienen opioides[2]. El cannabis psicoactivo fue él analgésico más popular en Estados Unidos por más de 60 años antes del descubrimiento de la aspirina.
Solamente fue hasta el siglo XXI, cuando se recapacito sobre el cáñamo como una opción viable para remplazar diversos productos derivados del petróleo. Esto ocurrió gracias a las virtudes de esta planta tales como ser amigable con el medio ambiente ya que no necesita pesticidas y requiere muy pocos fertilizantes para cultivarse. Además, mejora la calidad del suelo en vez de debilitar su fertilidad, debido a su rápido crecimiento y a su naturaleza, resiste casi todas las plagas y enfermedades que pueden atacarlo y la producción es alta pues de una hectárea de cultivo produce alrededor de 7 toneladas de la planta que pueden usarse para varios propósitos (ManufacturaMX, 2016).
Colombia presenta un panorama alentador frente a la nueva y creciente industria del cannabis, dado que en el 2017 entró en vigencia la nueva reglamentación de las actividades de cultivo, comercialización, derivados y uso de semillas del cannabis con fines medicinales y científicos. El país está buscando entrar a competir en mercados locales e internacionales con productos como cáñamo y cannabis con fines medicinales. De acuerdo con estadísticas de Procolombia, a finales de 2018 el ministerio de justicia y de salud había expedido 42 licencias para el cultivo de plantas de cannabis psicoactivo y 57 para el no psicoactivo. Actualmente, el valor de mercado de productos a base de cáñamo es difícil de estimar en Colombia, pero para hacernos una idea en el 2015 en Estados Unidos este mercado tuvo un valor de 573,3 millones de dólares y presentó crecimientos de aproximadamente 10,4% en sub categorías como alimentos y productos de cuidado personal.
En conclusión, es necesario que la sociedad colombiana pierda el tabú frente a lo que realmente significa la planta del cannabis, y es urgente que el país la observe como lo que realmente puede significar para la economía. Esta planta tiene la capacidad de generar una revolución en la industria colombiana e incrementar las exportaciones del país como ningún otro producto lo ha hecho jamás. Además, todo esto va ligado con un desarrollo económico, social y tecnológico del agro colombiano, el cual generará un beneficio para las miles de personas que han sido víctimas del conflicto armado. El futuro del agro en Colombia ya está aquí y es decisión de nosotros subirnos al tren del desarrollo que genera el cannabis o quedarnos con los 50 años de guerra, muertes y subdesarrollo que se ha generado por esta planta.
[1] Se denomina psicoactivo toda sustancia química que, al introducirse por cualquier vía (bocal o nasal) y luego pasar al torrente sanguíneo ejerce un efecto directo sobre el sistema nervioso central (compuesta por el encéfalo y la médula espinal) y que ocasiona cambios específicos en sus funciones. Estas sustancias son capaces de inhibir el dolor, modificar el estado anímico o alterar las percepciones.
[2] Los opioides, a veces llamados narcóticos, son un tipo de medicamento. Incluyen fuertes analgésicos recetados, como oxicodona, hidrocodona, fentanilo y tramadol. La droga ilegal llamada heroína es también un opioide. Algunos opioides se producen a partir de la planta del opio, y otros son sintéticos
Bibliografía
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