Los esfuerzos no han sido pocos pero pareciera a veces que son infructuosos. Se han creado diferentes instituciones y foros tan antiguos como la gran Colombia hasta las más recientes como la Alianza del pacífico (integrada por México, Perú, Colombia, Chile y Costa Rica). Sin embargo la unidad latinoamericana ha sido más un imaginario que un realidad, aunque los procesos políticos y económicos sean muy similares, como sucedió con la época de las dictaduras o la aplicación de las políticas cepalinas (Políticas de cierre de libre comercio para crear una industria nacional) no se puede hablar de una integración económica o política sino más bien de un conjunto de acuerdos y tratados bilaterales entre los diferentes países.
El papel realmente aglutinador y que se ha mantenido en estos dos siglos de independencia , es el cultural. Todos los habitantes de los países latinoamericanos hispanohablantes reconocen esta unidad así como las problemáticas más o menos similares a ellos. Lo paradójico es que como región siempre miramos a Estados Unidos o a Europa para tratar de solucionar las penurias de cada país, y nunca nos preguntamos cómo construir una región en nuestros términos. Si bien es cierto que es la historia la que nos llevó a aislarnos es ahora la historia la que nos obliga a unirnos. Hasta hace unas décadas éramos algo así como la clase media del planeta a pesar de la desigualdad. No éramos ricos como Europa o Estados Unidos, pero no tampoco pobres como África o Asia. ¿Que pasó entonces en Asia para que sean estos países hoy en día quienes mantienen la economía a flote y tengan alerta a las tradicionales potencias?
Aunque no existe una única respuesta, el sudeste asiático nos puede dar alguna noción de lo que pasa hoy en día en esta parte del mundo. Las naciones de este lado del planeta crearon su propio modelo de región y lo más interesante es que lo hicieron con el escepticismo del mundo, ya que se pensaba que sus históricas diferencias impedirían la construcción de una región. Es verdad que fueron antiguos imperios y reinos que peleaban constantemente por su supervivencia, como es el caso del reino de Siam (Actual Tailandia con parte de Cambodia y Laos) y posteriormente fueron colonias de los imperios Europeos pero esto como reconocemos ahora no fue un impedimento.
Estos países que mantuvieron ideologías diferentes y que no tenían una historia común los unió la idea del desarrollo y el sacar a sus poblaciones de la miseria, en la que muchos aun se encuentran. Bajo este modelo unieron esfuerzos y desde los años sesenta invirtieron en infraestructura, educación y servicios básicos. Por los tamaños de la población y unas arcas vacías el proceso hasta ahora muestra al mundo su efectividad. A diferencia de Latinoamérica acá se obvio la discusión ideológica y el enfoque fue pragmático, es por eso que un empresario tailandés no ve en un filipino un hermano pero reconoce la importancia de la cooperación. El sector privado ha jugado un papel fundamental junto con el Estado para el desarrollo de estas naciones, algunas tan jóvenes como Las Filipinas y otras tan antiguas como Malasia.
Quizás en América latina debemos dejar de lado las ideologías, especialmente hacia el sector privado para dejar de percibirlo como el villano explotador, en el Sudeste asiático a pesar de los problemas, comunes a cualquier nación, el sector privado ha sido un jugador importantísimo no solo en el desarrollo económico sino social de la región. En Colombia damos nuestros primeros pasos con las alianzas público-privadas, ojala sea el inicio de una relación como la que se da en Asia.