Los futuros proyectos empresariales podrían encontrar sinergias entre la cuestión ambiental y la cuestión agrícola del país y así, crear beneficios tanto propios como para su entorno. El ejemplo de la Parte 1 de este artículo se centró en la producción de cannabis medicinal, en el cual se evidenció que rompiendo paradigmas e invirtiendo recursos en investigación es posible crear alternativas de negocio que en el pasado no hubieran sido factibles. Lo mismo sucede con el Cannabis Sativa L., conocido como cáñamo industrial, ya que es otro ejemplo de un producto que puede brindar soluciones positivas para el buen uso del campo colombiano y para el medio ambiente.
¿Qué es el cáñamo industrial?
El cáñamo industrial es un commodity agrícola particular. Es una variedad del Cannabis Sativa que no tiene propiedades narcóticas, pues contiene sólo 0,3% de Tetrahidrocannabinol (componente psicoactivo); esto frente a su pariente la marihuana, catalogada como una droga, que en promedio llega a tener concentraciones superiores al 20% de THC. Así pues, debido a la vasta variedad de mercados que promueve el cultivo de esta hierba, las leyes de algunos estados de este país han empezado a ceder para legalizar su plantación. De hecho, según la Hemp Industry Association, la cooperativa más grande de cáñamo en Canadá, en el 2014 las ventas totales de productos de cáñamo llegaron a USD 620 millones en los Estados Unidos, una cifra considerable. Además, la plantación de este commodity se realiza principalmente en la mayor parte de la Unión Europea y otros países, como China y Canadá. Sin embargo, en la mayor parte del planeta la plantación de cáñamo se encuentra en un limbo de ilegalidad por su cercanía con la marihuana psicoactiva; esto ha restringido el desarrollo y la consolidación de una agroindustria que podría tener un éxito económico a escala mundial. En efecto, estas barreras legales son un telón que esconden un montón de beneficios y oportunidades de negocio que puede presentar la legalización de este commodity. Por ejemplo, se estima que el cáñamo puede ser utilizado como la base de la producción de alrededor de 25.000 productos de nueve submercados diferentes (agricultura, textiles, reciclaje, automotores, mobiliarios, nutrición, papel, construcción y cuidado personal), que además pueden ser certificados como eco-friendly.
A continuación, enunciaré los principales usos que tiene la planta actualmente y las ventajas productivas y ecológicas que este producto le puede traer al planeta. En primer lugar, esta variedad de cannabis es utilizada principalmente en Europa para producir ladrillos ecológicos, pues tiene características similares al concreto (de hecho, es conocido como hempcrete). Su fabricación es destacable, pues, entre una de sus muchas otras propiedades, es un material de carbono negativo; es decir, durante la fabricación de hempcrete se absorbe más dióxido de carbono que lo que se emite, debido a que el cultivo de cáñamo es una de las plantaciones que más absorben CO2. En segundo lugar, en varios países el cáñamo es empleado para la fabricación de papel, que ha sido su uso principal a lo largo de la historia. Crear papel a partir del cáñamo crea una serie de ventajas de carácter ambiental, pues por ejemplo, el papel de la madera convencional puede ser reciclado hasta 3 veces, mientras que el del cáñamo puede llegar a 7 ciclos de reciclaje. Además, se estima que los efectos contaminantes de los compuestos sulfurosos para romper las paredes celulares de la planta serían de 4 a 7 veces menores que los del papel convencional, pues es una planta más blanda y fácil de tratar que la madera. Utilizar cáñamo, en vez de madera, para producir papel reduce el impacto ecológico ya que su cosecha es rápida (menor a 3 meses), es resistente a las plagas y no necesita pesticidas, requiere menos agua que un cultivo promedio y evita la necesidad de talar árboles cíclicamente. Por último, las fibras del cáñamo son utilizadas actualmente para la confección de ropa en varios países del hemisferio norte (Holanda, Reino Unido, Francia). Desde un punto de vista económico, esto trae beneficios y utilidad para las empresas, pues ofrecen un nuevo valor agregado. Esta diferenciación consiste principalmente en la sostenibilidad ecológica; la producción de cáñamo, frente al impacto negativo de la degradación del suelo y los procesos químicos que generan los cultivos de algodón son factores diferenciadores.
El cultivo de cáñamo es ilegal en Colombia, como en la mayoría de países del planeta, por lo que hasta el momento en el país no es posible desarrollar una agroindustria en torno a esta planta. Esto se debe a que no han habido instituciones locales que investiguen las facultades de la planta y en cambio, se han impuesto erróneamente prohibiciones a partir de suposiciones no científicas, influenciadas por la cultura y los estigmas sociales. En este orden de ideas, me parece relevante que la legalización de la marihuana con fines medicinales sea un paso para seguir ahondando en los beneficios que puede generar el cannabis en la sociedad. Que el cáñamo sea legalizado y regulado permitiría el uso de éste como solución, para los puntos del post-acuerdo que promueven la sustitución de cultivos ilícitos y la implementación de una reforma rural integral, como se ha establecido con la marihuana medicinal. De este modo, como mencionaba inicialmente, la producción local de esta planta permitiría incentivos para el nacimiento de nuevos emprendimientos colombianos que busquen mitigar el impacto medioambiental y crear empleo tanto en el campo como en las industrias de confección, construcción, combustibles, entre muchas otras. En conclusión, parece que la contingencia ambiental, la tendencia del eco-consumismo, el potencial del sector primario colombiano y la promesa de sustitución de cultivos ilícitos están alineados para que Colombia se suba al tren de la producción de cáñamo y desarrolle otra agroindustria con un futuro prometedor; no obstante, esto debe suceder antes de que más países tomen la delantera.
“En Colombia sufrimos aún rescoldos y nostalgias de la bonanza marimbera, miramos todo lo que pudimos hacer y no hicimos. Y llevamos flores a nuestros miles de muertos.” (Fiorillo, H. (2014), La buena Hierba, El Tiempo)
Bibliografía
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