Colombia, mundialmente, se considera como un país con una buena seguridad alimentaria, pues cuenta con la “disponibilidad suficiente y estable de alimentos, el acceso y el consumo oportuno y permanente de los mismos en cantidad, calidad e inocuidad por parte de todas las personas, bajo condiciones que permitan su adecuada utilización biológica, para llevar una vida saludable y activa” (Departamento Nacional de Planeación, 2007), reflejado en parte, en el bajo puntaje del índice global del hambre (de 4,5 puntos) a 2012, el cual se compone de: porcentaje de subnutridos en la población, que para Colombia es del 9%; porcentaje de menores de cinco años con bajo peso para la edad, que en Colombia es del 3,4% y la mortalidad en menores de cinco años, que en Colombia es del 1,9%. Evidenciándose, avances en el cumplimiento de las “Metas y estrategias de Colombia para el logro de los objetivos de desarrollo del milenio”, las cuales a 2015, esperan reducir; la desnutrición global en los niños menores de cinco años, a 3% y el porcentaje de personas subnutridas a 7,5%. Lo anterior demuestra un país cuya oferta de alimentos es estable y suficiente; “este hecho se evidencia en el comportamiento de la producción agropecuaria, la cual ha presentado una tendencia creciente, después de la fuerte caída que se presentó a finales de los años noventa” (Departamento Nacional de Planeación, 2007) y en lo mencionado anteriormente. Sin embargo, “el principal problema en cuanto a la suficiencia y estabilidad de la oferta de alimentos está relacionado, por un lado, con la distribución interna de los alimentos (se relaciona con las dificultades en el acceso, especialmente en las regiones geográficas apartadas que, por sus condiciones agroclimáticas, no son aptas para generar una producción diversificada) y, por otro, con el comportamiento de la producción de alimentos (el cual se ve afectado a nivel regional y local por: a) la eficiencia en el uso de factores productivos, tales como suelo, recurso hídrico, recursos genéticos (semilla y material reproductivo) y financiamiento; b) la eficiencia en la innovación tecnológica en los sistemas productivos; y c) la capacidad que tenga el país de enfrentar riesgos de tipo climático.” (Departamento Nacional de Planeación, 2007).
Es de especial interés, para este artículo, el detenerse analizar la eficiencia en el uso de los factores productivos en Colombia, empezando por el uso del suelo, el cual “presenta una situación de ineficiencia reflejada principalmente en dos aspectos: el conflicto entre vocación del suelo y el uso actual, y la elevada concentración de la propiedad de la tierra” (Departamento Nacional de Planeación, 2007), donde primeramente, “cerca de la mitad de los terrenos utilizados para ganadería no tienen vocación pecuaria y corresponden a tierras con aptitud agrícola, forestal o de conservación.” (Departamento Nacional de Planeación, 2007), teniendo en cuenta que “Colombia destina 5,3 millones de hectáreas para agricultura y 39,9 millones para ganadería. Esto muestra que aprovecha deficientemente la tierra.” (Revista Semana, 2013). Además, “de las 22,1 millones de hectáreas con esa vocación (tierra apta para la agricultura), el país solo utiliza 5,3 millones, es decir el 24,1% de su potencial.” (Revista Semana, 2013). Y en segundo lugar, lo relacionado a la concentración de la tierra; “actualmente el 77% de la tierra está en manos de 13% de propietarios, pero el 3,6% de estos tiene el 30% de la tierra.” (Revista Semana, 2012). Dejando entrever, la desigualdad colombiana, reflejada en “el índice Gini rural, que mide la desigualdad, pasó de 0,74 a 0,88” (Revista Semana, 2012) siendo una de las tasas más altas en el mundo, donde “la mayor concentración de la tierra está en Córdoba y Caquetá, según el Cede, de la Universidad de los Andes. La mayor desigualdad está en Antioquia y Valle. La mayor concentración de la propiedad está en las zonas ganaderas y en las que se explotan recursos naturales. La mayor concentración de la tierra está asociada a mayor persistencia de los mismos grupos políticos, es decir, donde el sistema democrático está capturado por grupos de interés.” (Revista Semana, 2012).
Es por esto, que en Colombia, se requiere un modelo de producción en el campo, como el de siembra de productos alimenticios para su posterior autoconsumo, impulsado por el programa Red de Seguridad Alimentaría- RESA, en cabeza de Acción Social, o, por ejemplo, el liderado por el hoy ministro de agricultura y quien fue gerente de Indupalma, Rubén Darío Lizarralde, en el que se “desarrolló un programa sostenible de proveedores de palma de aceite en la región del Magdalena Medio, en alianza con campesinos de la zona, para convertirlos en propietarios de sus cultivos…por lo que promovió, con éxito, la formación y consolidación de cooperativas de trabajo asociado que le prestaran servicios agronómicos a la empresa… Para desarrollar este modelo, Indupalma promovió que los asociados se convirtieran en propietarios de capital, ayudándolos a adquirir inicialmente la maquinaria y más adelante las tierras y el cultivo” (CECODES). (Programa, el cual es ampliamente criticado, hoy en día, por el senador Robledo7). Democratizando el derecho a la tierra en especial para los pequeños productores, haciendo un uso adecuado de no solo de los factores productivos (tales como suelo, recurso hídrico, recursos genéticos (semilla y material reproductivo) y financiamiento), sino de la eficiencia en la innovación tecnológica en los sistemas productivos; y la capacidad que tenga el país de enfrentar riesgos de tipo climático. Y así, de esta manera, impulsar el desarrollo del país, junto a una política, que continúe asegurando y mejorando la seguridad alimentaria y nutricional del país, sobretodo en el campo, pues “en las ciudades los pobres son el 30% y los indigentes el 7%; en el campo los pobres son el 65% y los indigentes el 33%” (Revista Semana, 2012), lo cual significa, que de la población rural (aproximadamente 158 millones de personas), hoy en día, un tercio de ellas son indigentes. Una cifra alarmante, que duplica a las 2.500.000 personas indigentes que se estima, viven en las ciudades.