En el museo de Ciencia e Industria de Chicago hay una gran sala dedicada al mundo agropecuario. Si, entre la industria del transporte (aeronáutica, marina y ferroviaria), la genética, la medicina, la robótica y la minería hay una exhibición llamada “Farm Tech” – Tecnología en la granja. Al lado de aviones y submarinos hay tractores y cosechadoras. Quizá lo más importante de todo esto es que en la exhibición hay niños jugando e interactuando con las herramientas, la maquinaria y los productos de la industria agropecuaria, formándose una imagen positiva y propia de la importancia de esta. Imagen que podría repercutir en años futuros, cuando posteriormente estos mismos niños evalúen sus posibilidades de carrera y no piensen en el campo como un lugar sin oportunidades o víctima de algún desprestigio de clase. Sin embargo, para un país como Colombia las enseñanzas que arroja una exhibición como esta no son sólo las de cómo motivar a generaciones futuras a trabajar en y para el campo, sino la comparación palpable del rezago tecnológico con el que se produce en muchos cultivos del país.
Frases demoledoras, como aquella que dice que los agricultores están constantemente desarrollando técnicas de última generación usando la automatización, la química, la genética, la agronomía y la ingeniería para hacer los cultivos más eficientes y mejores con el ambiente. O ejemplos concretos, como el texto que anuncia que un tractor moderno tiene en su software más líneas de código que los primeros transbordadores espaciales, son expuestas como mecanismos propios de la exhibición para demostrar el grado de especialización tecnológica presente actualmente en los cultivos norteamericanos. Tecnologías como el GPS (Sistema de Posicionamiento Global) tienen una gran cabida en los cultivos, pues le ayudan al agricultor distribuir eficientemente las semillas, los fertilizantes y pesticidas con gran precisión. Las mismas tecnologías probablemente responsables de que los «Datos del Banco Mundial muestran que el valor agregado por trabajador del sector agrícola, en dólares constantes de 2005, en Colombia pasó de US$3.704 en 1991, a US$3.811 en 2013; mientras que en Chile en ese mismo período pasó de US$3.284 a US$6.671; y en Brasil de US$1.758 a US$5.563.” (Córdoba, 2015).
El discurso de la exhibición también se preocupa por mostrar las partes involucradas en la cadena de valor de la producción agropecuaria. Desde meteorólogos agrícolas que recomiendan los mejores momentos para sembrar, fertilizar y cosechar según los pronósticos climáticas. Pasando por nutricionistas de animales, especialistas en envíos y distribución, importadores y exportadores, educadores de extensión en tendencias y tecnologías agrícolas. Hasta genetistas y patólogos. Al ver una exhibición así, no queda más que preguntarse: ¿Cuánta de esta tecnología hace falta en la finca promedio colombiana para volver al campo competitivo? ¿Qué necesita el agro colombiano de su cadena de distribución y otros aliados para ser rentable? ¿Cómo puede el país responder a estas necesidades?
En ciertos momentos la exhibición sale del plano norteamericano para ingresar a la dimensión mundial, por ejemplo en un espacio resalta (de manera simplificada) el lugar de origen de varios productos agrícolas que son consumidos en gran volumen por los estadounidenses. Para el caso colombiano es preocupante mencionar que en ese recorrido mundial no aparece nuestro país, a pesar de que varios de los productos mencionados son cultivados en Colombia y su exportación ha sido tratada de impulsar por varios entes, entre ellos la CCI. Este es el caso del aguacate hass del que se menciona proviene de México, de la piña cuyo origen lo señalan como Costa Rica, del banano del Ecuador y hasta de naranjas de Australia.
La exhibición cuenta con otras temáticas que son de gran valor para los visitantes. Contiene divisiones dedicadas a la lechería y a la producción de energía a través del estiércol vacuno, una sección enfocada en la porcicultura, otra a los invernaderos y finalmente una a los cultivos de soja y maíz en los que resaltan los muchos productos que se hacen con estos granos (en especial de la soja) además de alimentos como aceites, lubricantes, tintas, desengrasantes y productos de limpieza, plásticos y adhesivos.
Felipe Arrázola Martínez
@farrazola
Referencias:
· Fotos, información y datos no citados corresponden a textos de la exhibición permanente Farm Tech del Museum of science + industry Chicago. Tomadas por el autor en Junio 2015.
· Córdoba, Rosario. 2015. La Superintendencia quiere más autonomía y herramientas. En Revista Dinero. Colombia. Disponible online en: