Muchos consideran que el causante de este suceso es la consolidación desde la década del 70 de la “revolución verde” por medio de la cual se incrementó significativamente la producción mundial de alimentos mediante el uso extensivo de pesticidas y fertilizantes que ahora le están pasando su cuenta de cobro al suelo con fenómenos como la salinización y la acidificación (Roetter, 2007). Hoy en día hay presiones de parte de los consumidores de países ricos por productos más orgánicos y ecológicos, pero también es cierto que el hambre azota a muchas regiones del mundo para los cuales la solución inmediata está más cerca de los productos transgénicos que de la agricultura orgánica. La agricultura como sector debe responderle al mundo cómo va a proceder para suplir las demandas de alimentación abundante, saludable y sostenible que le hace el mundo.
Una solución futurísta es la de las granjas verticales, pero el mundo necesita respuestas más rápidas, que se puedan implementar desde hoy y que sean técnicamente factibles, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente sustentables. En este sentido aparecen dos grandes vertientes que pueden mitigar el impacto ambiental de la actividad agrícola en el planeta, la agricultura ecológica y la bioagricultura. La primera se basa en un entendimiento más amplio de los ecosistemas en los que se cultivan los alimentos. Este entendimiento más amplio se inspira en “la salud humana y la continuación de la vida en los agroecosistemas, oponiéndose al uso de pesticidas y fertilizantes” (León, 2002). “Considera el suelo como una conjunción íntima e indivisible de organismos que se interrelacionan de manera continua con una interfase órgano-mineral igualmente compleja. Otorga importancia preponderante al conocimiento y al manejo de los equilibrios naturales encaminados a mantener los cultivos sanos. Reduce el uso y consumo de aportes energéticos ligados a insumos externos y, en consecuencia, la dependencia exterior de los mismos, eliminando el uso de plaguicidas y fertilizantes sintéticos.” (León, 2002). Para sus simpatizantes la agricultura ecológica promueve la rentabilidad económica y ecológica de los sistemas de cultivo y se basa en el rescate del conocimiento ancestral campesino e indígena y en su simbiosis con los aportes realizados por la ciencia y la tecnología contemporánea, en un esfuerzo de síntesis en el diálogo de saberes. La tendencia de la agricultura ecológica es consistente con los cada vez más consumidores preocupados por consumir productor orgánicos y tradicionales. Sin embargo es difícil que su implementación a gran escala sea suficiente para alimentar a la creciente población mundial sin aumentar la frontera agrícola y comenzar a cultivar en nuevas zonas, lo que tendría enormes efectos ambientales. Otro inconveniente de la agricultura ecológica es su dependencia artesanal en medio de una migración masiva de finqueros y campesinos hacia la ciudad. Lo que significa que este tipo de agricultura va en contra corriente de los procesos de urbanización y en el largo plazo tendría problemas de oferta de mano de obra.
Por otro lado, la biotecnología que puede ser la mejor alternativa para alimentar a la humanidad en el futuro cercano (Roetter, 2007) no goza del mismo buen nombre de la agricultura ecológica y cuando se habla de sus productos comerciales como los alimentos transgénicos es común oír una férrea oposición. Cabe recordar que si bien el hambre hoy en día es un problema más de distribución de los alimentos que de la producción agregada (tener en cuenta que en muchos lugares la obesidad es un mayor problema de salud pública), no hemos creado mecanismos o tecnologías capaces de redistribuir mejor los alimentos o transportarlos al costo necesario. Por esta razón sigue siendo necesario elevar la producción en los lugares del mundo donde hay escasez de alimentos. Es cierto que algunas de las plantas modificadas genéticamente conllevan riesgos en la salud pero igualmente sucede con los fertilizantes y pesticidas. Es cierto que existe un monopolio de semillas por parte de las compañías trasnacionales que las desarrollaron. Es cierto que no conocemos del todo su impacto en el ambiente y lo que pueden significar en los ecosistemas. Empero tenemos como sociedad herramientas para corregir estos inconvenientes.
Respecto a los posibles problemas en la salud se deben seguir dos líneas de acción. Primero investigar a fondo cuales son los elementos que pueden causar esas lamentables externalidades negativas para eliminarlos y que un ente rector gubernamental como la FDA (Food and Drug Administration) ejerza un control más riguroso sobre estos alimentos. En segundo lugar se debe comunicar al consumidor, en un lenguaje que este entienda, las alteraciones genéticas que ha sufrido el alimento y su implicación en la salud, como es el caso de algunos alérgenos. En relación al monopolio de semillas, lo que se debe hacer es reglamentarlo y asegurar que exista una competencia leal. La sociedad ya ha lidiado con monopolios y conoce métodos para eliminarlos y mejorar la posición de los consumidores frente a ellos (Directo al paladar, 2013). Con un rol activo de la sociedad civil y de los gobiernos este monopolio no debería presentar dificultades en ser desmembrado. Finalmente, si la mayor preocupación es el hecho del impacto medio ambiental de la introducción de nuevas especies tenemos que tener en cuenta que La humanidad ya ha modificado genéticamente a otras especies, mediante el método de la selección artificial, este es el caso de muchos de las plantas y animales domesticados. Lo que se está transformando radicalmente es la rapidez con que se da esa modificación.
Ambas corrientes tienen sus puntos fuertes y débiles, y lógicamente sus adeptos. Ambas corrientes deben ser aplicadas cuanto antes en la producción agrícola para poder salvar al ambiente, ya que lo único que se sabe es que se debe reducir el uso de fertilizantes y pesticidas. Debe ser una elección libre de cada productor elegir con que método va a competir en el mercado y responder las demandas de sus consumidores. Sin importar el método que se escoja debe haber una mayor presencia del Estado. Certificando que la agricultura ecológica si sea realmente ecológica, que los alimentos transgénicos en el mercado sean libres de riesgo para los consumidores y que el monopolio de las semillas se desmonte y no constituya una falla de mercado.
1. Directo al Paladar. (2013). Argumentos en Defensa de los Alimentos Transgénicos. Disponible en: http://www.directoalpaladar.com/salud/argumentos-en-defensa-de-los-alimentos-transgenicos2. Leon Sincard, T. E. (2002). Agroecología: principios y estrategias para diseñar sistemas agrarios sustentables. Agricultura Sostenible. Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogotá. Disponible en: http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/IDEA/2007223/lecciones/lect6/lect6_1.html
3. Roetter, R.P. Van Keulen, H. Kuiper, M. Verhagen J. Van Laar, H.H. (2007) Science For Agricultural And Rural Development In Low-Income Countries. Dordrecht, The Netherlands: Springer.