Además, se sabe a ciencia cierta que el calentamiento global amenaza la biodiversidad del planeta y la seguridad alimentaria de una población de 9,7 mil millones de personas en el 2050. Entonces, ¿Cuál es la solución que nos plantean los gobiernos actualmente para nuestra supervivencia? Hoy día, las semillas son protegidas a través de varios esquemas de almacenamiento. Por ejemplo, en Noruega se encuentra el Svalbard Global Seed Vault, el banco de almacenamiento de semillas más grande del mundo; asimismo, en el Valle del Cauca de Colombia, se encuentra el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), que dedica gran parte de su operación a la conservación de 68 mil semillas de distintas variedades de cultivos. Como estos dos ejemplos, existen otros 1.500 bancos encargados de proteger más de mil millones de semillas que pueden salvar al mundo de una hambruna. De este modo, se cree que la diversidad genética y de variedades de semillas que manejan los bancos aseguran la adaptación de los cultivos para casi cualquier contingencia ambiental que nos pueda traer el futuro.
Asimismo, con el fin de contribuir a la alimentación de las próximas generaciones, las personas naturales también podemos retomar las prácticas ancestrales de conservación de semillas. Este es el ejemplo de una ONG ubicada en el Estado de Iowa (Estados Unidos) con el nombre de Seed Savers Exchange. El objetivo de esta ONG consiste en conservar y promover un patrimonio de semillas de cultivos amenazados en Estados Unidos, con el fin de asegurar alimento para las futuras generaciones del país. No obstante, lo más interesante del proyecto no es qué es lo que hacen sino cómo lo hacen. Seed Savers Exchange no funciona sólo como un almacén de semillas; además, la organización distribuye las semillas almacenadas y las intercambia con granjeros, familias y personas que buscan desarrollar desde cultivos urbanos hasta grandes plantaciones de alimentos. A partir de un sistema de conservación participativa, el intercambio de estas semillas entre el banco y la comunidad es fundamental para la adaptación de las semillas a las condiciones actuales del suelo y del clima. Sin la participación de granjeros y cultivadores no sería posible que las semillas continúen su ciclo de mutación genética, poniendo en riesgo los futuros cultivos por no haber cambiado junto con el contexto ambiental. Además, sus semillas cuentan con una certificación estatal de procesos orgánicos que las diferencian de las semillas industriales repartidas comúnmente por las multinacionales dedicadas a la agricultura extensiva. De este modo, esta organización ha logrado conservar por más de 40 años más de 20.000 semillas familiares de distintas variedades de vegetales abiertos a polinización.
Sin embargo, la conservación comunitaria de semillas muchas veces se ve como una práctica anti-sistémica que pretende sólo opacar las actividades de las grandes multinacionales, encargadas de suplir la dispensa alimentaria de las ciudades. En efecto, en varios países esta práctica no ha contado con el apoyo de los gobiernos y en cambio, se ha restringido. Por ejemplo, en Francia, desde ya hace más de cinco décadas, los agricultores están condicionados a comprar únicamente semillas registradas en documentos oficiales y no se les permite intercambiar sus semillas con sus colegas. Esto sucede también en Colombia en varios sectores como el arroz; los campesinos que cultivan arroz en los departamentos del Huila y el Tolima están obligados a producir a partir de una semilla certificada y han tenido que destruir sus semillas nativas durante intervenciones de las grandes empresas que compran sus cultivos, algo que fue avalado por el mismo Instituto Colombiano Agropecuario.
En fin, es evidente que los gobiernos y el desarrollo actual de la economía globalizada ha cambiado la relación del hombre urbano con la tierra, ya que la alimentación también ha pasado a ser un tema político. Por un lado, a los campesinos se les obliga a entrar en un sistema de producción que limita la transmisión de su conocimiento generacional y no le permite beneficiarse de la diversidad genética de sus cultivos. La tradición de conservación de semillas ha permitido que la mayor parte de comunidades campesinas reduzcan el riesgo de hambrunas, obteniendo semillas que les proveen grandes cosechas, o semillas menos productivas pero resistentes a inundaciones o sequías (FAO, 2012). Por otro lado, esto puede ser peligroso para la seguridad alimentaria – que consiste en el acceso físico y económico de suficiente alimento, inocuo y nutritivo – de la población mundial, pues la soberanía alimentaria de las comunidades – concepto que enmarca el derecho de los pueblos a su propia y adecuada alimentación bajo parámetros de cultura, acceso físico y sostenibilidad ecológica – ha sido garante y un factor clave de la supervivencia de nuestras familias ancestrales. Si nuestra sociedad pretende seguir dependiendo de un sistema de producción extensivo, confiando únicamente en bancos institucionales de semillas y no comunitarios, las próximas generaciones podrán pagar las consecuencias por la pérdida de biodiversidad de alimentos frente a los futuros estragos del cambio climático.
De este modo, creo que es fundamental tener en cuenta los saberes agrícolas dentro de la educación formal de las próximas generaciones. Además, es necesario que sigan surgiendo organizaciones que cuiden las semillas, como Seed Savers Exchange, que involucren a la comunidad y cuiden la biodiversidad de los alimentos para la seguridad alimentaria de las poblaciones locales. En este mismo orden de ideas, la FAO insiste en la creación de bancos de semillas comunitarios y cita lo siguiente:
“La restauración de este conocimiento y la enseñanza a los jóvenes sobre cómo almacenar semillas tienen gran importancia en el contexto de cambio climático y la necesidad de reducir la pérdida de biodiversidad, en particular, a medida que los científicos están descubriendo la riqueza del conocimiento local que se encuentra disponible en las comunidades y la notable cantidad de agro-biodiversidad que se preserva principalmente gracias a las comunidades agrícolas a pequeña escala” (Bendsen & Motsholapheko, 2003).
Bibliografía
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‘La 970 no le prohíbe a los agricultores resembrar su semilla nativa’. (31 de Agosto de 2013). El Espectador. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/nacional/970-no-le-prohibe-los-agricultores-resembrar-su-semilla-articulo-443719
¿Cómo es por dentro un banco de semillas? (01 de Agosto de 2014). El País. Recuperado de http://www.elpais.com.co/elpais/valle/noticias/como-por-dentro-banco-semillas
El ser humano está detonando la sexta gran extinción. (08 de Febrero de 2016). El Mundo. Recuperado de http://www.elmundo.es/ciencia/2016/02/07/56b4990bca4741a80e8b45e6.html
Why Save Seeds?. (s.f.). Seed Savers Exchange. Recuperado de http://www.seedsavers.org/why-save-seeds
Bancos de Semillas Comunitarios: Escuelas de campo y de vida para jóvenes agricultores. (2014). Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Roma. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/politica/los-miedos-de-pasar-marihuana-fines-recreativos-articulo-598876