Inicialmente estos se plantearon como una fuente potencial de energía renovable, que permitiría reducir la huella de carbono comparada con los combustibles fósiles. Entre sus cualidades están: no son tóxicos, son biodegradables y no inflamables (Serna, Barrera, & Montiel, 2011). No obstante, se han encontrado que no todos los programas de biocombustibles son viables. Para que un biocombustible sea viable este debe proporcionar una ganancia en energía neta, tener beneficios ambientales, ser económicamente competitivo y además, no debe reducir el abastecimiento de comida al ser producido en grandes cantidades (Hill, Nelson, Tilman, Polasky, & Tiffany, 2006). Es fundamental que se evalúen las prácticas, los costos y las consecuencias de los biocombustibles antes de apoyar proyectos a gran escala que puedan resultar generando mayores problemas.
Una ganancia de energía neta significa que después de comparar toda la energía invertida en la producción y transformación del biocombustible, este sea capaz de aportar una cantidad mayor a través de su uso. Este criterio es fundamental, pues de lo contrario el concepto de costo de oportunidad evidencia que no tiene sentido económico lógico producirlo. Se ha evidenciado que el biocombustible de etanol proveniente del maíz sólo tiene un 25% de ganancia de energía, a diferencia del biodiesel de soya que alcanza hasta un 93% más de energía. Estas cifras parecen llamativas, pero desafortunadamente no están ajustadas a las mezclas de combustibles que realmente se utilizan, si no que aplican para biocombustibles puros.
Uno de la principales errores al analizar los datos sobre los biocombustibles es no adaptarlos a las proporciones de las mezclas. Según varios estudios los biodiesel pueden reducir hasta un 48% la emisión de gases, sin embargo esta cifra funciona para el biodiesel al 100% (Pacific Biodiesel, 2015), es decir para el que no se mezcla con diesel a base de petróleo. Si se aterriza ese valor a las mezclas que se utilizan hoy que son, en el mejor de los casos, del 10% de biodiesel, este porcentaje del 48% probablemente se reduzca sustancialmente. En caso que el impacto de los biocombustibles opere de manera lineal, ese 48% se podría convertir en un 4.8%, dejando de ser tan llamativa.
Una solución a este dilema sería sencillamente utilizar biocombustibles puros, lo cual nos lleva a otra desventaja de esta fuente de energía: su sostenibilidad económica. Suponiendo que se utilizara todo el maíz y toda la soja producida en el 2005 en Estados Unidos para la producción de etanol y biodiesel, sólo se lograría cubrir un 12% y un 6% de la gasolina y el diesel demandado en dicho país respectivamente. Y además, si se tiene en cuenta que para la producción de estos biocombustibles se requirió del uso de combustibles fósiles, la energía neta obtenida sería del 2.4% de gasolina y del 2.9% de diesel consumido (Hill, Nelson, Tilman, Polasky, & Tiffany, 2006).
Por otro lado, está la problemática del uso de la tierra y el desabastecimiento de comida. Como se evidenció anteriormente, se necesita de grandes cantidades de alimento como materia prima para producir si quiera un pequeño porcentaje de la demanda de combustible. Buscando la eficiencia se hacen extensas siembras de monocultivos, se utilizan semillas genéticamente modificadas y se deforesta, causando aún más problemas ambientales: atentando contra el ecosistema al utilizar más fertilizantes, acabando con especies, forzando a la naturaleza a adaptarse por medio de mutaciones en las especies, entre otros. Así mismo, se utiliza la limitada tierra fértil del mundo para producir combustible en vez de darle alimento a los 7 billones de personas que habitan el planeta (Biofuel, 2010).
Son muchos los puntos en contra de los biocombustibles que aún están en debate, los cuales hay que seguir monitoreando de cerca, para buscar soluciones y poder atender las problemáticas a nivel mundial. Afortunadamente, no todo son malas noticias. Todavía se tiene esperanza en los biocombustibles de segunda generación, lo cuales provienen de plantas que no son fuentes alimentarias, que en varias ocasiones pueden ser los restos de cosechas, tallos de maíz, bagazo de caña, pastos, algas, entre otros. A partir de los cuales se pueden obtener celulosa o lípidos para producir etanol o biodiesel. Hasta el momento, la producción de este biocombustible es muy costosa y no es rentable, ya que exigen altas inversiones en investigación, desarrollo y tecnología.
A principios de este año, Elkin, un estudiante colombiano, presentó un proyecto ante la Feria de Ciencia de Google sobre la producción de biocombustible a través de una planta llamada Bore. Su descubrimiento e investigación fue reconocida como una de las mejores iniciativas de 2016 (Mesa, 2016). De esta manera se comprueba que la investigación genera frutos, que aunque no son la solución inmediata, se van encontrando luces en el camino para que logremos un equilibrio y una sostenibilidad entre las necesidades del mundo postmoderno y el medio ambiente.
Bibliografía
Biofuel. (2010). Biofuel. Recuperado el 17 de 11 de 2016, de http://biofuel.org.uk/disadvantages-of-biofuels.html
Hill, J., Nelson, E., Tilman, D., Polasky, S., & Tiffany, D. (25 de 07 de 2006). PNAS. Recuperado el 17 de 11 de 2016, de http://www.pnas.org/content/103/30/11206.full.pdf
Mesa, j. (20 de 07 de 2016). El Espectador. Recuperado el 17 de 11 de 2016, de http://www.elespectador.com/noticias/ciencia/el-biocombustible-colombiano-impacto-google-articulo-644427
Pacific Biodiesel. (2015). Pacific Biodiesel. Recuperado el 17 de 11 de 2016, de http://www.biodiesel.com/biodiesel/benefits/
Serna, F., Barrera, L., & Montiel, H. (28 de 01 de 2011). Journal of Technology Management and Innovation. Recuperado el 17 de 11 de 2016, de http://www.scielo.cl/pdf/jotmi/v6n1/art09.pdf