Fue así, que “pobladores fueron traídos e involucrados dentro del esquema de tierras y sólo recibieron el pago de subsistencia hasta la primera cosecha. Líneas de crédito y un amplio rango de servicios de apoyo así como también servicios comunitarios fueron proveídos con el objetivo de ayudar a la rápida adaptación y cambio de los nuevos pobladores.” (Simeh, 2001). Básicamente con el fin de lograr una nueva comunidad con raíces alrededor de la nueva tierra, pues la naciente nación malaya sufría con los sangrientos disturbios raciales32, llevando al gobierno a formular una nueva política económica, encaminada a lograr la integración y unidad nacional, a través de una “estrategia que cubría dos frentes: reducción y erradicación de pobreza: y una reestructuración de la sociedad Malaya para corregir los desequilibrios económicos y eliminar la identificación de raza con determinada función económica” (Simeh, 2001). Marcando así el inicio de la palma de aceite, como un jugador clave para conseguir lo propuesto. A través de un esquema, el cual, no solo proporcionó tierras, vivienda y crédito de largo plazo para siembra, sino también insumos, asistencia técnica, educación y salud para las familias. Donde al mismo tiempo se construyó ciudadelas.
De esta manera, en un inicio “FELDA, adoptó el concepto de propiedad de tierra cooperativa. Bajo este concepto de propiedad, a los pobladores no le fueron dadas o asignadas propiedades individuales, sino tenían una misma y uniforme participación en el bloque propietario. Sin embargo, el sistema cooperativo, que fue puesto a prueba, recibió varias quejas por parte de los pobladores. Agravadas por una desigual distribución del ingreso y diferencias en las habilidades de trabajo, el sistema más tarde, se transformó en el paquete de desarrollo de tres etapas (Tunku Shamsul and Thong 1988). Fue decidido que en la primera etapa, el sistema cooperativo prevalecería para preparar a los pobladores con el “know-how” de mantenimiento de campo y cosecha. En la segunda etapa, los pobladores serían habituados a gestionar un pequeño bloque o campo (de entre 4, 4.9 y 5.7 hectáreas) con el fin de ser independientes. En la tercera etapa, a los pobladores les fue dado sus títulos de parcelas individuales. No obstante, FELDA continuaba gestionando centralmente el esquema” (Simeh, 2001).
Hoy en día, incluso aunque “entre 30 y 40 por ciento del total del área sembrada en palma aceitera en Malasia pertenece a pequeños agricultores que se encuentran bajo el esquema FELDA o bajo otros, como el de organización alrededor de una plantación privada o el de pequeños productores independientes” (Rueda & Ahumada, 2013), y en el que el modelo FELDA: cuenta con 720.00033 de las 5 millones de hectáreas sembradas, actualmente en Malasia, y puso en marcha numerosas entidades corporativas privadas como Felda Global Ventures Holding34; existe una gran oposición a este modelo, pues se conoce “las denuncias de los pueblos indígenas de Sarawak, entre otros, sobre el despojo del que sus tierras tradicionales han sido objetivo” (Rueda & Ahumada, 2013), además de la deforestación y pérdida de biodiversidad causada.