En estos días con motivo de la discusión del tema del trabajo como dador de sentido, es decir, como proveedor de identidad y significado de la acción, surgieron varios ejemplos que los mismos alumnos ofrecieron.
Aquellos que desempeñamos la docencia y la investigación como ‘oficio’ pero que, además, la entendemos como una vocación solemos contar con testimonios insólitos cuando no, impactantes de nuestros alumnos.
En estos días con motivo de la discusión del tema del trabajo como dador de sentido, es decir, como proveedor de identidad y significado de la acción, surgieron varios ejemplos que los mismos alumnos ofrecieron. Debo aclarar que se trata de una clase con profesionales de más de 10 años de labor directiva, provenientes de diferentes áreas del conocimiento, que cursan estudios para un grado de maestría y cuyo promedio de edad es alrededor de los cuarenta años.
Todos coincidimos que hemos desempeñado nuestros trabajos motivados por varias causas: como medio de subsistencia; como obligación y cumplimiento de un deber adquirido; como acicate de una trayectoria profesional y, finalmente, como ‘vocación’.
Se trata de una noción, ésta última, empleada frecuentemente con profesiones relacionadas con la salud (médicos, enfermeras), con la religión (sacerdotes, ministros), con las fuerzas armadas (militares, policías, marinos, aviadores), con la docencia (maestros), con la investigación (científicos), con la justicia (abogados). Naturalmente, no todos los individuos pertenecientes a dichas profesiones ejercen sus ‘oficios’ como ‘vocación’. Y los medios de comunicación no suelen publicitar el puñado o el gran número que, en cambio, sí lo viven con dicha pasión.
Han sido más los capitanes de barcos que han permanecido al pie de su nave, mientras ésta se hundía que la excepción reciente en el Mediterráneo. El capitán del jet que acuatizó en Nueva York, fue el último en abandonar el avión. Aún quedan médicos que, a pesar de la nueva organización del trabajo impulsado por las EPS, se preocupan por la salud de sus pacientes más allá del horizonte temporal impuesto por la nueva institucionalidad de la salud. Las noches en vela del científico que observa ansioso los resultados de sus experimentos, del juez que debe dictar una sentencia sin las pruebas suficientes. En fin, el ejercicio de ‘oficios’ con ánimo vocacional, contribuye a explicar, entre otras razones, que la sociedad no se desbarate a pesar de los ejemplos, a veces innumerables, de aquellos que frustran la expectativa social que se tiene sobre el deber atado a dicho ‘oficio’ y profesión.
Volviendo a la clase, menciono al médico que nos ofreció el testimonio de la inmensa satisfacción que su profesión le acarreaba cuando lograba retornarle la salud a un paciente desahuciado. El testimonio que nos conmovió, aún más, fue el de otro alumno, Coronel del Ejército, que nos relató una emboscada de la guerrilla hace unos años donde sus hombres ante la superioridad de ésta le clamaban que se entregaran. En ese momento pensó en su hija pequeña y la sociedad en que deseaba ella creciera. Sacó su fotografía se la puso en el pecho y conminó a su tropa lo siguiera. Perdió 38 de sus hombres en el combate, pero venció a ese comando de la guerrilla. El pueblo, blanco del ataque terrorista, quedó intacto, ninguno de sus habitantes sufrió rasguño alguno.
“Creo que acciones como estas permiten –nos dijo a todos en la clase- que ya no sólo mi hija, sino Uds. y sus hijos tengan un mundo mejor… Así entiendo la vocación.”
Siguió un profundo silencio roto sólo por un aplauso emocionado de todos los asistentes.
Una vez finalizada la clase y de camino a la casa, pensé que el ‘secuestro moral’ al que en años pasados la guerrilla, los paramilitares y los narcotraficantes nos sometieron (secuestros, bombas, ‘retenes’, ‘vacunas’, etc.) -que si bien no se ha erradicado del todo-, persiste aún, pero por razones diferentes. Es el de la imposibilidad de construir un Estado Social de Derecho cuando quienes defienden con su vida la institucionalidad precaria de nuestra sociedad son juzgados y sentenciados, mientras quienes la trataron de destruir ocupan importantes cargos públicos y hasta magistraturas del poder judicial. Vivimos un estado de confusión jurídica lamentable, peor aún, de ausencia de ‘vocación’ de algunos de quienes más la debían tener en ese ‘oficio’. Así se dificulta grandemente la construcción de instituciones.
De ahí que sea todo un reto educativo el contribuir a conformar nuevas generaciones en medio ya no sólo del ‘secuestro moral’ en que aún nos hallamos, sino en medio de la incoherencia de acción, pensamiento y voz de algunos de quienes se espera fueran los principales líderes en la construcción de dicho Estado Social de Derecho.