El costoso tratamiento de ortodoncia no lo hubiera podido pagar, si a la región no hubiera llegado un árbol cuyo fruto ha sacado de la miseria a casi un millar de campesinos que se arriesgaron a sembrar palma de aceite”. En efecto, el artículo nos cuenta sobre la producción de palma de aceite, la cual cambió la vida de miles de campesinos de la región ya que no solo les ha permitido dar educación a sus hijos, pero también tener casa y alimentos fijos. No obstante, este artículo de Semana no cuenta la otra parte de la historia.
La región de los Montes de María se concebía como una región próspera en los años 70s y 80s. Varios programas de reforma agraria y de adecuación de tierras rurales habían permitido el acceso a las tierras, sistemas de producción viables y la creación de organizaciones sociales sólidas para los campesinos. Luego, entre 1997 y el 2007 el recrudecimiento de la violencia, debido a la guerra entre paramilitares y las guerrillas de las FARC, ELN y EPL, se expresaría en múltiples masacres (exactamente 56) de las cuales han sido víctimas los campesinos de Chengue, El Salado y Macayepo; además, según datos oficiales, se registran más de 200.000 casos de desplazamiento forzado y se despojaron más de 80.000 hectáreas de tierra. Junto a la violencia, el tema clave de estas consecuencias fue el siguiente: entre 2002 y 2006 hubo un aumento permanente de cultivos extensivos, como la palma de aceite, aguacate, cacao y cítricos, más un fuerte proceso de ganaderización. El Equipo Tierras y Víctimas del CINEP dice que, además de la transformación de las actividades productivas de la zona, hay un aprovechamiento de la infraestructura pública para la producción de palma como los distritos de riego que antes servían a los campesinos para sembrar sus productos. Es aún más doloroso leer declaraciones de campesinos que alegan la acción de gentes interesadas en apoderarse de sus tierras. Es decir que varios campesinos, quienes han tenido que dejar de pagar créditos y obligaciones a los bancos, son obligados a pagar las deudas, que en ocasiones ha significado entregar sus tierras, algo que surge de la presión de los abogados y acreedores de los interesados en la tierra.
Así pues, el CINEP dice lo siguiente: “Para numerosas víctimas del conflicto regional el proyecto de la palma aceitera se asocia de una forma más directa a la violencia que a la reconciliación, más al desarraigo que al retorno y a la reparación”. Asimismo, los monocultivos de palma de aceite, entre otros, han limitado el acceso a los recursos como el agua. Este recurso natural se ha vuelto un bien privado, controlado por las grandes empresas que dominan la región y además, ha sido contaminado debido a las fumigaciones necesarias en los cultivos extensivos. Además, esto ha llevado a la reconfiguración del espacio rural, donde el encerramiento de las grandes superficies de tierra ha generado que ahora las distancias sean más largas que antes, y el tiempo para conseguir el agua es un sacrificio que limita la siembra productiva para subsistir y la siembra para autosostenerse. En efecto, el Centro de Memoria Histórica en el informe La tierra en disputa, memorias del despojo y resistencias campesinas en la Costa Caribe dice que “[…]el agro y la democracia han sido vaciados de su contenido campesino”. Según la Segunda Encuesta Nacional de Verificación del 2008, 10,8 % de la superficie agropecuaria ha sido usurpada o forzada a dejar en abandono; ahora bien, donde más se registra índices de concentración de la tierra es donde el desplazamiento es más frecuente.
En este sentido, la región de Montes de María es un ejemplo de una región donde la solución que se aportó en la post-desmovilización de los paramilitares en el 2007, no ha sido la indicada para los campesinos y la sostenibilidad de la región. Es necesario prestar atención a los proyectos de desarrollo que estamos llevando a cabo en el campo colombiano más afectado por el conflicto armado.
Debemos recuperar el campo de una forma equitativa donde haya una integración entre el sector urbano y rural de nuestro país. “Mientras el Estado y la empresa privada le apuestan a los agronegocios como el único futuro posible del campo colombiano”, como dicen Ojeda y Guerra en el Epílogo del libro “Caminos Condenados“, se debe pensar también en modelos de desarrollo rural que piensen en la satisfacción de las necesidades básicas de los campesinos, brindándoles bienes y servicios garantizados y de calidad para un buen vivir.
De este modo, esto abre un debate sobre el desarrollo de nuestro país, pues los gobiernos en Colombia se han tomado muy en serio su necesidad de crear valor económico en el corto plazo, apostando siempre por las soluciones más rentables pero no más sostenibles; el facilismo de las decisiones que toman los gobernantes sobre el desarrollo del campo, afectan cada vez más a su población y en un gran número de escenarios el costo humano ha resultado ser mayor al beneficio económico que traen las actividades agroextensivas. Esto ha sido evidente en el continuo desarrollo de monocultivos como solución de postconflictos, atraídos unicamente por los números del capital financiero y olvidando los números del capital humano de las zonas. Montes de María es un ejemplo más de un fenómeno que ha afectado a poblaciones de toda la costa colombiana, en los departamentos de Córdoba, Sucre y Bolivar, según el Centro de Memoria Histórica de la CNRR.
“Que un latifundista de esos tenga 3.000 hectáreas y que haya un campesino al que le toque arrendar un cuarto de hectárea para poder sembrar una mata de yuca para comer, eso es violencia”
(Caminos Condenados, Ojeda et al,2016)
Bibliografía
Centro de Memoria Histórica (2010). La tierra en disputa, memorias del despojo y resistencias campesinas de la costa Caribe. En línea.
Equipo de Tierras y Víctimas del CINEP/Programa por la Paz. (2012). La otra cara de la palma en María la Baja. Cien Días. En línea.
La palma de aceite seca y contamina los Montes de María. (8 de junio de 2016). El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/la-palma-de-aceite-seca-y-contamina-los-montes-de-maria/16614850
Ojeda, D. (2016). Caminos Condenados. Bogotá, Colombia. Cohete Cómics.