Cuando estaba pensando sobre qué tema escribiría en mi próximo artículo casualmente tenía que subir a mi finca de Mangostino para verificar el estado de la cosecha con Don Omar, un campesino honrado y trabajador que me ayuda con las labores de la finca. En cuanto al predio, se encuentra en la vereda las huacas a las afueras de Mariquita y para llegar tengo que recorrer 8 km de la vía Mariquita-Manizales, la cual entre la cultura popular es muy famosa por tener las bien llamadas “curvas de la muerte” y que a lo largo del recorrido es muy común encontrar avisos singulares que dicen: “pite antes de llegar a la curva”. Imagínese usted eso en una carretera pavimentada supuestamente principal del departamento del Tolima.
Ahora bien, después de estar pegado al pito del carro y de tener mucho cuidado de las tractomulas en las curvas, tengo que tomar la vía terciaria de la vereda, una carretera que claramente no está pavimentada y cómo las llamaría el mariquiteño Guillermo Pérez, escritor del diario El Nuevo Día, “carreteras destartaladas”. Créanme que ese nombre se queda corto para describir lo realmente malas que se encuentran las vías terciarias del país.
Pues bien, como les comentada estaba buscando inspiración para escribir mi artículo y qué mejor motivación que encontrarme con una carretera llena de lodo, acompañado de los nervios de mi mama y una Ford que ya no tenía más avisos de alerta y de problemas de derrape con las llantas que mostrar. Esa fue mi aventura con mi madre, porque si, con esas vías lo que debería ser un recorrido corto, sencillo, rodeado de naturaleza, se convierte en toda una experiencia peligrosa, estresante y extensa, en la que ustedes no se imaginan la tranquilidad y el sentimiento que es llegar sanos y salvos a la finca con la camioneta completica (ojalá).
Asimismo, mientras me encontraba batallando con el lodo y con las curvas (que son una lotería porque es imposible contemplar si viene algún carro, moto o persona) vi por el retrovisor que se aproximaba un campero o un “Willis” como lo llaman en el pueblo. El conductor muy fácilmente me alcanzó y yo entendiendo mis limitantes me hice a un lado, el Willis me rebasó y con una sonrisa en su rostro me saludo antes de dejarme nuevamente solo con el lodo.
¿Cómo era posible que una camioneta modelo 2020 que supuestamente está hecha para esos terrenos difíciles, estaba siendo superada por un Willis cuya producción fue descontinuada en 1970?, eso sin duda alguna es algo que solo pasaría en las vías terciarias del sagrado corazón, como diría mi madre. Pues bien, estos carros tienen una tracción magnifica, una altura considerable para el terreno y están al manejo de señores con una experiencia de vidas enteras manejando el mismo vehículo. Por consiguiente, esto hace que el Willis sea el medio de transporte idóneo para estas trochas.
Por otra parte, apenas llegué a la finca lo primero que hice fue preguntarle a Don Omar y a mi madre cómo era el manejo y la administración de dichas vías. Ellos me comentaron que existe una junta comunal cuyo objetivo es darle una manutención rutinaria a la vía por medio de convocar y organizar la comunidad rural, soportándose por una cuota mensual de dinero y de trabajadores por cada finca de la vereda. Además, me mencionaron que hay una alternativa denominada placa huella, que es una mezcla entre cemento y arena que, si bien no es asfalto, mejora considerablemente no solo la carretera, sino que también reduce sus costos de construcción y facilita el mantenimiento de las vías.
Para dicha alternativa, se necesita una integración entre la junta y la alcaldía del municipio que debe prestar una maquina y brindar los trabajadores capacitados para realizar la placa huella. No obstante, si bien ha tenido una gran acogida, el porcentaje de placa huella por vía terciaria sigue siendo insuficiente para obtener una carretera eficiente e inclusiva con y para los campesinos, debido a que según Ernesto Correa (2017) director operativo del instituto nacional de vías, solo son realizadas en “tramos de pasos críticos recurrente (donde tradicionalmente se quedan los vehículos)” (Pag.70)-hágame el favor.
Esto es una afirmación gravísima, puesto que hay que tener en cuenta que el clima es una variable que está directamente relacionada con el estado de las vías terciarias, ya que en épocas de lluvias las carreteras son más lodo que cualquier otra cosa y determinar y prever las zonas graves “donde se queden los vehículos” se vuelve una tarea imposible que a su vez dificulta el libre tránsito de campesinos, camiones de carga, animales y los propios “Willis”.
Para colmo de males, si las lluvias acompañan las épocas de cosecha donde hay un incremento en la utilización de estas vías, pues por increíble que parezca el estado de las trochas empeora aún más, afectando cualquier actividad laboral y cotidiana, algo que sin duda sigue rompiendo la conexión de lo rural con lo urbano haciendo que perdure aun más la desigualdad en el país.
Por otra parte, y volviendo al tema de los “Willis”, hablar de desarrollo económico en Colombia sin mencionarlos sería irrespetuoso e ignorante. Esos carros son un icono del sector cafetero y del campesinado colombiano. Sin embargo, el hecho de que aun predominen como medio de carga son un indicio de rezago tanto en la cadena de suplemento como en la trazabilidad y la calidad de los productos transportados. Por ende, es momento de dejar los Willis solo para desfiles y eventos culturales, pero ¿Qué otro transporte puede batallar con las trochas en épocas de lluvias y de cosechas si no es el Willy?
Para terminar, los camperos están arraigados a la cultura colombiana y lastimosamente siguen siendo el medio de transporte indispensable en el sector rural, en otras palabras, los Willis son un mal necesario gracias a un rezago económico, cultural, social y también político, ya que si fuera por los políticos seguramente seguiríamos usando más mulas como la conchita de Juan Valdez para transportar nuestras cosechas.
Además, mientras que otros países tienen tractomulas y furgones debidamente refrigerados que recorren con facilidad sus interestatales y vías 4G, nosotros tenemos unos carros descapotados con productos agrícolas expuestos al polvo, a plagas y con la incertidumbre de si va a llegar completo al destino final. Algo, que no solamente afecta el desarrollo de la agricultura y la ruralidad colombiana, también, en épocas de pandemia, hace que una posible vacunación masiva rural desafortunadamente sea toda una utopía. Por mi lado, seguiré yendo a la finca en esas trochas “destartaladas”, en estado de alerta y pendiente a pitar en todo momento mientras me juego la lotería en cada curva, también, confió en que mi madre no se desanime y me siga acompañando en próximas aventuras.
Referencias
Atención alcaldes: Invías socializa programa ‘Colombia Rural’, para mejorar vías terciarias. (s.f). Recuperado de: https://lacabrilla.com/atencion-alcaldes-invias-socializa-programa-colombia-rural-para-mejorar-vias-terciarias/
Correa, E. (2017). El rol de las vías terciarias en la construcción de un nuevo país. Revista de ingeniería, Vol. (45), pp. 64-71.
Restrepo, O. (2019). El Jeep Willys, a punto de ser declarado Patrimonio Cultural de Colombia. Recuperado de: https://www.elcarrocolombiano.com/noticias/el-jeep-willys-a-punto-de-ser-declarado-patrimonio-cultural-de-colombia/