1) Es la expectativa de un bien futuro: como la felicidad; la paz exterior y/o interior; para los diversos creyentes en alguien o algo superior a lo que vemos: Dios, el Nirvana, el Tao. De ahí que no se confunda con el placer y el gozo presentes del consumo, de la posesión, del prestigio. En cambio, aspira a una crecimiento irrestricto en lo intelectual y espiritual, y en lo social, aspira a una mayor conviviencia.
2) No es sólo deseo, porque ser esperanzado es exigente, enfrenta obstáculos y dificultades. Aplica la voluntad no sólo a las vicisitudes y contradicciones de la vida, sino a nuestras propias debilidades. Va creando hábitos, no solo intelectuales y técnicos que derivan en virtudes como el entendimiento y la laboriosidad; sino aquellos que conforman el carácter. De ahí que no admita la persona pusilánime. Se exige intelectual y moralmente. No es ingenua en creer que todo lo legal es ético. Sabe por vivencia propia que la interioridad dividida de la persona no es asunto sólo de mente, sino de corazón también. A esa división interior, la esperanza –asistida por la conciencia—la enfrenta con voluntad y perseverancia. De ahí que el deseo sólo no basta.
3) Configura lo posible. Lo posible tiene que ver con ilusiones, sueños, con aspiraciones; pero también con vivencias, ensayos y errores. Vamos ajustando nuestras ilusiones y aspiraciones al son de nuestras vivencias, de lo que hacemos o dejamos de hacer, de lo que pensamos o no, decimos o no. En un proceso de aproximaciones sucesivas vamos configurando nuestros sueños con nuestras vivencias y de esta manera labrando nuestras posibilidades. Así como aspirar a imposibles nos lleva a la utopía, el sólo anhelar lo material nos deja cortos.
En una sociedad ¿quiénes, entonces, son constructores de esperanza? En primer lugar, los padres y madres de familia que traen nuevos seres al mundo, los corrigen, los educan y contribuyen a hacer de ellos buenos ciudadanos, profesionales, miembros de familia. En segundo lugar, todos aquellos relacionados con la educación formal e informal: maestros, profesores, guías intelectuales y espirituales; pero también toda persona en el trabajo con otras a cargo que las entrena y capacita para el mejoramiento de sus habilidades. En tercer lugar, todos aquellos que llevan a cabo sus tareas a cabalidad contribuyendo al bien ser propio y de los demás. En esta categoría, se hallan empresarios responsables socialmente, funcionarios probos, operarios diligentes, en fin, cualquiera que con su acción, por sencilla y humilde que sea, presta un servicio a los demás y contribuye así a la convivencia.
Y claro en esta época navideña no puede negarse que la fuerza civilizadora del cristianismo es de las que más ha contribuido a la construcción de esperanza elevando a la persona humana a la más alta dignidad: a la de hijo(a) de Dios.