Consiste en llenar en su interior los bultos de papá o habichuelas o cualquier comestible con el producto de menor calidad y dejar el mejor en la ‘bocadera’ o boca del costal. De ahí que en los centros de abasto, deba el comprador mayorista tomar al azar un bulto del camión, abrirlo y regar su contenido. Ay! Del vendedor que practique la ‘cháchara’. Pierde su carga y credibilidad.
En el caso de las cajas o ‘guacales’ de fruta se dejan entrever, cuando son de tablas de madera, buenos productos, sin embargo, al abrir la caja, el comprador cae en cuenta del engaño. Carulla fue el primer supermercado en el país y fue quien implantó las cajas de plástico para la comercialización de productos, al punto que al tamaño con el cual se originó el nuevo empaque, se le conoce como ‘la carullera’. Se trató en su tiempo, antes de que se le diera nombre de responsabilidad ambiental y social, de una práctica que desde entonces ha impedido la tala de cientos de miles de hectáreas de bosques aserrables para dicho fin. Pero también fue corrigiendo el ‘chachareo’.
“…Veremos pasar campañas, elecciones, promesas y Colombia seguirá consumida en la corrupción, inseguridad y vulneración.”
Diana Mireya Pedraza González[1]
El vocablo, sin embargo, ofrece la posibilidad de emplearlo en varios escenarios. Lo que viene corrigiéndose de esa práctica nociva en el campo, lamentablemente sigue vigente en el discurso de muchos candidatos que en las elecciones pasadas manifestaron la ‘cháchara’ de sus pretensiones. O lo que se lee de los ejecutivos de Interbolsa o de Saludcoop, quienes alegan la inocencia de sus actuaciones. Aún la justicia no cuenta con la vehemencia del comprador de una central de abastos que desocupa el bulto en el piso y si detecta el ‘chachareo’ pues no hay negocio…
Bogotá, marzo 2014
[1] Nuevas elecciones, viejas promesas. Pedraza González , Diana http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13522494