Esto ha pasado de ser tabú a ser una práctica común y corriente dentro de la sabiduría colectiva; sin embargo, quienes practican este hábito aún siguen siendo una minoría, sobretodo dentro de la cultura occidental. Ahora bien, esta particular costumbre no sólo dejó de verse como una crítica al maltrato animal, o una tendencia hippie, pues también pasó a ser un hábito que en el futuro podrá ser una de las claves para mitigar el impacto ambiental y la justicia alimentaria de la Tierra. Lo anterior es una discusión cada vez más recurrente, teniendo en cuenta que la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha pronosticado una población cercana a los 9,7 mil millones de habitantes para el 2050.
En efecto, esta idea sigue vigente dentro de las investigaciones del Programa del Medio Ambiente de la ONU, el cual recientemente publicó un estudio que alinea sus resultados con esta tendencia. El reporte menciona que sería dramático para la sostenibilidad ambiental si los países de Occidente, principalmente Estados Unidos, continúan con la misma dieta alimentaria para el 2050. Esto se debe a que los gustos de esta fracción de la población se enfocan principalmente en el consumo de carne y lácteos, los cuales son productos animales que exigen cantidades masivas de energía a lo largo de toda su cadena de producción.
Entrando en detalles, se ha demostrado que la producción de estas dos industrias genera alrededor del 14,5% de los gases de efecto invernadero en el mundo, una cifra alarmante al tener en cuenta que si este ritmo de producción no cesa, las emisiones de estos gases pueden aumentar la contaminación en un 73% para el año 2050. Además, la dieta generalizada de Occidente es cómplice de otras variables importantes para el medio ambiente, pues dos tercios de la producción mundial agrícola se utiliza como alimento del ganado (soja, maíz). A la vez, la ganadería ocupa 30 millones de km2, lo que equivale a casi todo el territorio de África. Por último, es importante mencionar que para producir un kilogramo de carne se necesitan aproximadamente 100 mil litros de agua, frente a 2 mil litros que necesita la misma cantidad de arroz, o la papa que sólo necesita 500 litros.
En este orden de ideas, es posible afirmar que la biodiversidad del planeta se encuentra en decadencia, particularmente por la crianza de animales para consumo. Sin embargo, existe un dilema para poder alimentar la población en el futuro: ¿vamos a tener que escoger entre proteger el medio ambiente o aumentar la proporción del área utilizada para la ganadería y sacrificar más biodiversidad? Históricamente, la producción de ganado en América Latina y el Caribe ha aumentado con el crecimiento de la población, por lo que hoy representa el 27,1% de su tierra. Asimismo, de las 22 millones de hectáreas de selva que se han perdido entre 1960 y 1995, 21 millones de hectáreas han sido destinadas a esta práctica. Este es un fenómeno común en las áreas tropicales del planeta, que desafortunadamente sigue creciendo a un ritmo promedio de 8,5% desde el 2005, lo que equivale a 10,4 millones de hectáreas por año.
Según mi opinión, la operación de un sistema rentable que tiene una demanda fija no es una razón suficiente para considerar su sostenibilidad y continuar con su producción. De hecho, un sistema cerrado deja de ser sostenible cuando en el largo plazo empieza a tener impactos negativos sobre la salud de los humanos, el bienestar de los biotipos o sobre el medio ambiente. Es por esto que, sobretodo en los países desarrollados, el público ha empezado a insistir en la transparencia comercial y gubernamental sobre la producción de productos animales. Asimismo, ha habido un cambio gradual en la sociedad; la sociedad ha pasado de ser push a una sociedad pull; en otras palabras, la producción de alimentos en la actualidad depende del comportamiento de las sociedades, lo cual es un fenómeno reciente en la historia de nuestra especie. Es así que hoy en día se están cambiando las condiciones del ejercicio de este sector. Los cambios sociales que se han creado frente a las prácticas de la ganadería, han llevado a la innovación de nuevos sistemas de producción, como la ganadería integrada con la silvicultura – tendencia de desarrollar actividades agropecuarias protegiendo la explotación de las masas forestales – .
Sin embargo, estos son apenas los primeros pasos para poder mitigar el impacto ambiental de las prácticas de la ganadería extensiva, que comprometen el futuro del medio ambiente. No es suficiente que el cambio de hábitos de consumo se dé en nichos particulares del mercado total de carne y lácteos, pues la oferta de carne ‘limpia’ sigue siendo reducida y la ganadería extensiva continúa creciendo. Es necesario que haya un cambio general en el pensamiento occidental, para que, a través del fenómeno de una sociedad pull, la demanda sea soberana sobre la oferta de alimentos sanos y sostenibles ambientalmente. De este modo, es posible que logremos una transformación del mercado total de carne y lácteos, con el fin de poder recuperar los daños causados en el medio ambiente.
Aún así, me sigo preguntando cómo vamos a alimentar más 9 mil millones de personas en el 2050 de manera sostenible.
Bibliografía
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