Los últimos meses han sido generadores de incertidumbre en Colombia. La llegada de un nuevo gobierno que representa un cambio radical en las políticas públicas del país ha logrado instalar un pensamiento de precaución en la mente de muchos colombianos. El campo ha sido uno de los sectores más afectados por esta preocupación. En los últimos tres meses se ha visto una decadencia en precios de productos tales como la leche y la carne de bovino que anteriormente han sido gravados con costos mayores de producción por el encarecimiento de insumos agrícolas. Dicho lo anterior, los pequeños y grandes productores del país han estado esperando el pronunciamiento del nuevo gobierno en pie en medio de las circunstancias.
Desde el último período de campaña electoral han surgido rumores de qué sucederá con el campo colombiano, especialmente en el sector de la ganadería y sus derivados. Rumores que se inclinan por la expropiación y el aumento de impuestos sobre la tierra. Esto resulta preocupante para los grandes terratenientes que no hacen uso de sus propiedades (teniéndolas como ahorro o inversión), pues, al final serían los más afectados por cualquier gravamen sobre la tierra, situación que generaría choques con el gobierno.
Ahora, después de la exposición del nuevo programa de gobierno, muchas dudas han tenido respuesta. Se plantea un nuevo catastro que desincentiva el latifundio improductivo en tierras fértiles a través de impuestos. Esto con el fin de generar una compra por parte gobierno para luego distribuir equitativamente las tierras. (Gustavo Petro. 2022) Es tema de debate si la metodología de impuestos planteada es la mejor respuesta para aumentar la producción agrícola especialmente cuando los costos en los insumos y la mano de obra se han elevado.
El campo no atraviesa por una buena situación y la practica extensiva ha sido utilizada, durante muchos años, como la manera más sencilla de progresar con un proyecto ganadero. Es difícil pensar en los obstáculos que tanto los grandes como pequeños campesinos viven a diario: épocas de verano extensas, inseguridad permanente y ahora altos costos en los insumos, son algunos de los muchos problemas que no tienen pronunciamiento en políticas agrarias en Colombia.
En nuestro país, la tierra ha sido un tema de problemáticas sociales desde hace muchos años. Y parece que en el ámbito político sirve como propuesta de alivio para las multitudes. Asimismo, pienso que el enfoque del gobierno no busca aligerar los problemas que paralizan el sector rural, al contrario, genera pensamientos de contrariedad y de división.
El enfoque debería ser diferente buscando que el campo genere empleo, se tecnifique y supere las adversidades que el clima ha provocado. La necesidad de desarrollo en este sector es gigante comparada con las de los sectores industriales. Una gran parte de los dueños de las tierras fértiles han estado esperando que existan métodos de apoyo gubernamental tales como: (i) facilidades de financiación con intereses bajos (seguridad financiera), (ii) presencia del estado en corregimientos alejados (seguridad), (iii) desarrollo en infraestructura especialmente para vías terciarias, (iv) tecnificación e investigación sobre el campo colombiano, y por último (v) seguridad jurídica para los trabajadores del campo.
No obstante, el intercambio ha sido distinto. Las políticas de gobierno representan un ataque a los patrimonios en lugar de buscar un desarrollo de los procesos en el campo. Es necesario dejar de ver el campo como propiedades y comenzar a verlo como empresas de cualquier sector de la economía dispuestas a crecer, mejorar sus procesos y generar empleo.
Por eso, este articulo propone un actuar diferente en medio de las circunstancias. Colombia no está preparada, en este momento de diferencias políticas, para llevar a cabo propuestas incompletas. La idea de un nuevo catastro hacia los latifundios improductivos es buena, después de que haya seguridad jurídica para los propietarios.
Un gran ejemplo, replicable para el gobierno, fue lo que la empresa Oleoflores realizó en los Montes de María, en el departamento de Bolívar. El proyecto fue realizado con dos propósitos: uno económico y otro social.
La idea del proyecto fue la de incorporar como socios de la extractora María La Baja a muchos de los parceleros de la región. Así, juntaron muchos campesinos con pocas extensiones de tierra y, por medio de capacitaciones, acompañamiento técnico y apoyo financiero, lograron construir un gran modelo de economía colaborativa que no solo es rentable para Oleoflores, sino que ha mejorado las condiciones de vida de los parceleros, aumentando la generación de empleo lícito en una zona perjudicada por la inseguridad del conflicto armado.
Hoy en día, esta iniciativa sigue en vigencia y se constituyó como la fundación FUNDEMARÍA que hoy no solo se basa en fomentar cultivos productivos, sino en brindar acceso a la educación y salud, con direccionamiento del SENA en carreras técnicas y profesionales y con la construcción de un centro asistencial de salud ubicado en Colú.
Es necesario pensar en la combinación de un proyecto como el de los montes de maría con la propuesta catastral del nuevo gobierno, en donde los terratenientes con suelos fértiles e improductivos, al ser incapaces de pagar un nuevo impuesto, tengan la obligación, no de vender sus tierras al Estado, sino de realizar proyectos de economía colaborativa con los campesinos que tienen la necesidad. Así, apoyados por el gobierno, no existirán choques entre poblaciones, garantizando productividad, seguridad alimentaria, presencia del Estado, educación y tecnificación rural para nuestros los más afectados.
Referencias
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Posada, J. (2022). El ELN se hace poderoso con un paro armado en Colombia. Insight Crime. Recuperado de: https://es.insightcrime.org/noticias/eln-poderoso-paro-armado-colombia/
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FUNDEMARÍA. (2018). Informe de gestión social 2018. Recuperado de: https://www.oleoflores.com/assets/dian/fundemaria/2019/GESTION8001.pdf
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