Desde que tengo memoria he sido fanático empedernido de la carne y de los distintos platos que se puedan preparar en base a ésta. La oferta de hamburguesas en la capital del país, si bien era amplia, no llegaba a mí y por lo tanto no tenía conocimiento de ella. Fue entonces que, como un ángel caído del cielo, una noche un amigo me invitó a comer a Home Burgers. ¿Home Burgers?, ¿Quejeso (qué es eso)? Contesté con algo de desdén porque ese nombre me era indiferente. Sin contarme mucho más, mi amigo insistió y yo accedí por puro instinto.
Fuimos al local ubicado en la calle 81 con carrera 9. Al llegar, divisé desde la cuadra anterior que había fila, no sabía qué tan extensa, pero de una vez puse mala cara porque ¿a qué persona cuerda le gusta hacer fila mientras su estómago cruje ante la falta de alimento? La fila parecía no avanzar, pero con la llegada de los minutos y pequeños pasos hacía la caja, finalmente era mi turno de pedir. Sin hesitar, decidí ordenar una hamburguesa doble, con queso y tocineta, acompañada de papás y una Coca Cola (¡Sí! La hamburguesa se debe comer con Coca Cola por esa explosión de sabores tan única y adictiva para unos, pero a la vez tan displicente y poco saludable para otros). La señora encargada de la caja me dio un localizador, y al cabo de pocos minutos, ese artefacto comenzó a vibrar y alumbrar como si no hubiera un mañana. Fue entonces cuando supe que estaba dirigiéndome a las puertas del cielo.
Recogí mi hamburguesa y retorné a la mesa donde estaba sentado mi amigo (él ya estaba degustando su orden). Puse el plato en la mesa, lo miré con grandes ojos durante algunos segundos, y tal vez para romper un poco el hielo y calmar mis nervios, decidí atacar las papas primero. Para mi sorpresa y la de muchos otros son “papas que saben a papa y no a cartón” (Sancho, 2015). Sorprendido por las papas, me armé de valor, supe que había llegado el momento, ese primer mordisco, casi como el primer beso que uno le da a la niña que le gusta, lleno de nervios, pero a la vez de emoción e impaciencia. Mis ojos se cerraron, justo antes de dar ese primer bocado y en mitad del mordisco se abrieron, mis pupilas se dilataron al máximo, el sabor me llenó de júbilo mientras el queso acariciaba suavemente mis labios. ¡Fantástica! Pensé mientras me dirigía hacía mi amigo con palabras no aptas para poder ser incluidas en este artículo. Cada bocado sabía mejor, la tocineta había sido una adición valiosa ¡y el paaaan! Muy agradable, no como ese típico pan con semillas de ajonjolí que resulta ser seco e insípido, este pan es diferente y complementa de buena forma toda la experiencia Home.
Sin menú amplio, sin mascotas que podrían asustar niños y con ingredientes de gran calidad, Home logró conseguir un adepto más, un amante más para incluir a su lista (Sancho, 2015).
Solo vaya, siéntese (si puede) y coma. De lo único que se va a arrepentir es de que a su cuerpo no le quepa otra hamburguesa.
Bibliografía
Sancho. (4 de Diciembre de 2015). El sitio de hamburguesas que está de moda en Bogotá. El Tiempo. Recuperado el 7 de Febrero de 2017, de http://www.eltiempo.com/entretenimiento/gastronomia/home-burguers-hamburguesas-de-verdad-el-caldero/16448418