Para comenzar con su historia de vida, este oriundo de Cogua (Cundinamarca) nos cuenta que aprendió el oficio de su padre Carlos Rincón, quien le enseñó a amar el campo y cuidar de los animales desde que era un niño. Este hombre que se caracteriza por su alegría y buen sentido del humor recuerda las épocas gloriosas de este negocio, en las cuales a pesar del arduo trabajo que implican las tareas de campo, se obtenían ganancias que permitían la continuidad y crecimiento de la producción de la leche y su comercialización. “Las cosas se han puesto duras” dice este hombre de 55 años, quien a pesar de las circunstancias sigue madrugando todos los días a las 3 am para iniciar el primer ordeño del día.
Chucho, narra que la producción de leche a pequeña y mediana escala ha venido disminuyendo y que cada día es más complicado obtener rentabilidades que permitan el mantenimiento de la finca y del negocio, lo cual obedece al aumento en los impuestos del agro en Colombia, los elevados precios de los insumos, el aumento de la competencia nacional e internacional y el incremento en la importación de leche cruda y en polvo en Colombia.
Todo lo anterior, sin contar los problemas a los que se enfrenta a diario en su finca La Laguna, la cual tiene 20 fanegadas[1] en las que habitan 20 cabezas de ganado, 6 caballos y muchos perros a los cuales prefiere no enumerar para no pensar en los gastos que ellos implican (nos señala entre risas este amante de los animales y del campo). Los costos de operación y mantenimiento cada día son más altos y los ingresos se reducen, lo que hace más difícil la continuidad de la producción lechera en su terreno.
Para ilustrar la problemática a la que se enfrenta el campo colombiano y en especial el negocio de la ganadería, decidimos analizar la producción y los gastos de la finca La Laguna durante el mes de enero de 2019. Allí, se evidencia la difícil situación financiera que atraviesa actualmente Chucho, al igual que otros ganaderos de la región. La finca tiene una producción promedio mensual de 200 litros de leche, los cuales son pagados a un precio de COP 950, por cada litro, lo cual representa en el mes aproximadamente COP 5.700.000. De esos ingresos se tienen los siguientes costos: ver cuadro de gastos.
Analizadas las cifras, en comparación con el esfuerzo que implica el desarrollo de esta actividad, podemos concluir que estamos frente a una situación crítica, ya que el trabajo y la inversión son altos comparados con las ganancias. Se necesita una gran dedicación, ya que la producción debe ser tratada de manera diligente para evitar estropear el producto y que el mismo no sea recibido por los recolectores encargados de su transporte y disposición a las fábricas pasteurizadoras.
Se debe evitar a toda costa que la leche sea devuelta señala Chucho con preocupación, resaltando que esto puede suceder en caso de que se detecte alguna sustancia que afecte el contenido graso y la acidez del producto, tales como antibióticos y otros factores que alteran la valoración química de la leche.
Chucho se pregunta a diario hasta qué momento continuará con este negocio, ya que lo que se obtiene con la inversión no es lo esperado. Los costos de mantener la finca son muy altos, y las utilidades pocas veces alcanzan para cubrir los gastos de alimentación, salud y demás necesidades que tienen él y su familia. En medio de sus anhelos y sueños por continuar con el legado de su padre se enfrenta al aumento de costos de insumos, a la falta de protección y garantías por parte del Estado, el cual solo se preocupa por recaudar más impuestos y ampliar los tratados de libre comercio que tanto afectan a este negocio tan importante para la región.
No obstante, este pequeño ganadero expresa su gran gratitud hacia esta actividad que le permitió sacar a su familia adelante, sobre todo a sus dos hijas, una veterinaria y la otra médica. De seguir en el negocio espera en un futuro mejorar su producción de leche por medio de inversión en genética y en sus instalaciones, como un mejor equipo de ordeño y establos. Además, plantea invertir en otros negocios como la porcicultura y avicultura dentro de la finca para aumentar sus ingresos.
[1] Una fanegada equivale a 6,400 m2, es decir a un área de 80 m x 80 m. La fanegada es una expresión y medida de área muy usada en Boyacá y Cundinamarca, Colombia.